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PROVERBIOS 23:1-35

PROVERBIOS 23:1-35 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Cuando te sientes a comer con un gobernante, fíjate bien en lo que tienes ante ti. Si eres dado a la glotonería, domina tu apetito. No codicies sus manjares, pues tal comida no es más que un engaño. No te afanes acumulando riquezas; no te obsesiones con ellas. ¿Acaso has podido verlas? ¡No existen! Es como si les salieran alas, pues se van volando como las águilas. No te sientes a la mesa de un tacaño, ni codicies sus manjares, que son como un pelo en la garganta. «Come y bebe», te dirá, pero no te lo dirá de corazón. Acabarás vomitando lo que hayas comido, y tus cumplidos no habrán servido de nada. A oídos del necio jamás dirijas palabra, pues se burlará de tus sabios consejos. No cambies de lugar los linderos antiguos, ni invadas la propiedad de los huérfanos, porque su Defensor es muy poderoso y contra ti defenderá su causa. Aplica tu corazón a la disciplina y tus oídos al conocimiento. No dejes de disciplinar al joven, que de unos cuantos azotes no se morirá. Dale unos buenos azotes, y así lo librarás del sepulcro. Hijo mío, si tu corazón es sabio, también mi corazón se regocijará; en lo íntimo de mi ser me alegraré cuando tus labios hablen con rectitud. No envidies en tu corazón a los pecadores; más bien, muéstrate siempre celoso en el temor del SEÑOR. Cuentas con una esperanza futura, la cual no será destruida. Hijo mío, presta atención y sé sabio; mantén tu corazón en el camino recto. No te juntes con los que beben mucho vino, ni con los que se hartan de carne, pues borrachos y glotones, por su indolencia, acaban harapientos y en la pobreza. Escucha a tu padre, que te engendró, y no desprecies a tu madre cuando sea anciana. Adquiere la verdad y la sabiduría, la disciplina y el discernimiento, ¡y no los vendas! El padre del justo experimenta gran regocijo; quien tiene un hijo sabio se solaza en él. ¡Que se alegren tu padre y tu madre! ¡Que se regocije la que te dio la vida! Dame, hijo mío, tu corazón y no pierdas de vista mis caminos. Porque fosa profunda es la prostituta, y estrecho pozo, la mujer ajena. Se pone al acecho, como un bandido, y multiplica la infidelidad de los hombres. ¿De quién son los lamentos? ¿De quién los pesares? ¿De quién son los pleitos? ¿De quién las quejas? ¿De quién son las heridas gratuitas? ¿De quién los ojos morados? ¡Del que no suelta la botella de vino ni deja de probar licores! No te fijes en lo rojo que es el vino, ni en cómo brilla en la copa, ni en la suavidad con que se desliza; porque acaba mordiendo como serpiente y envenenando como víbora. Tus ojos verán alucinaciones, y tu mente imaginará estupideces. Te parecerá estar durmiendo en alta mar, acostado sobre el mástil mayor. Y dirás: «Me han herido, pero no me duele. Me han golpeado, pero no lo siento. ¿Cuándo despertaré de este sueño para ir a buscar otro trago?»

PROVERBIOS 23:1-35 Reina Valera 2020 (RV2020)

Cuando te sientes a comer con algún notable, mira bien a quién tienes delante. Pon un cuchillo a tu garganta, si tienes mucho apetito. No codicies sus manjares delicados, porque es pan engañoso. No te afanes por hacerte rico: sé prudente y desiste. ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, que son nada? Les salen alas como si fueran un águila, y se van volando al cielo. No comas pan con el avaro ni codicies sus manjares, porque así como son sus pensamientos íntimos, tal es él. «Come y bebe», te dirá, pero su corazón no está contigo. Vomitarás el bocado que comiste y habrás malgastado tus suaves palabras. No hables a oídos del necio, porque menospreciará la prudencia de tus razones. No remuevas el lindero antiguo ni entres en la heredad de los huérfanos, porque su defensor es el Dios Fuerte: él abogará por la causa de ellos contra ti. Aplica tu corazón a la enseñanza y tus oídos a las razones sabias. No rehúses corregir al muchacho, porque si lo castigas con vara, no morirá. Castígalo con la vara y librarás su alma del seol. Hijo mío, si tu corazón es sabio, también a mí se me alegrará el corazón, y mis entrañas también se alegrarán cuando tus labios hablen con rectitud. No tenga tu corazón envidia de los pecadores; antes persevera en el temor del Señor en todo tiempo. Porque ciertamente hay un porvenir, y tu esperanza no será frustrada. Escucha, hijo mío, y sé sabio: endereza tu corazón al buen camino. No te juntes con los bebedores de vino ni con los comilones de carne, porque el bebedor y el comilón se empobrecerán, y el mucho dormir los hará vestir de harapos. Escucha a tu padre, que te engendró; y cuando tu madre envejezca, no la menosprecies. Compra la verdad y no la vendas; y la sabiduría, la enseñanza y la inteligencia. Mucho se alegrará el padre del justo, y el que engendra a un sabio se gozará con él. ¡Alégrense tu padre y tu madre! ¡Gócese la que te dio a luz! Dame, hijo mío, tu corazón y miren tus ojos mis caminos. Porque abismo profundo es la ramera, pozo profundo la extraña. También ella, como un ladrón, acecha, y multiplica entre los hombres la infidelidad. ¿Para quién serán los lamentos? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas? ¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas sin razón? ¿Para quién los ojos enrojecidos? Para los que se pasan con el vino, y no cesan de catar bebidas. ¡No mires el vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa! Entra suavemente, pero al fin muerde como una serpiente, causa dolor como un áspid. Tus ojos verán cosas extrañas y tu corazón dirá cosas perversas. Será como si flotaras en medio del mar o como si te bamboleases en la punta de un mástil. Y dirás: «Me hirieron, mas no me dolió; me azotaron, pero no lo sentí; cuando despierte, volveré por más».

PROVERBIOS 23:1-35 La Palabra (versión española) (BLP)

Si te sientas a comer con un notable, mira bien a quién tienes delante Si eres voraz en demasía, pon un cuchillo en tu garganta y no codicies manjares exquisitos, pues son comida engañosa. No te afanes buscando riqueza, desecha ese pensamiento. Te vuelves para mirarla y ya no hay nada, pues le salen alas de águila y desaparece en las alturas. No compartas la comida del tacaño, ni apetezcas sus exquisitos manjares que son como pelo en la garganta. «¡Come y bebe!», te dice, pero no te es sincero. Vomitarás lo que has comido y habrás malgastado tus amables palabras. No hables a oídos del necio, pues desoirá tus sensatas razones. No desplaces viejas lindes, ni invadas el campo del huérfano, porque su defensor es poderoso y defenderá su causa contra ti. Aplica tu mente a la instrucción y tu oído a la voz de la experiencia. No ahorres corrección al niño: no morirá por azotarlo con la vara. Azótalo, pues, con la vara y salvarás su vida del abismo. Hijo mío, si llegas a ser sabio, también yo me alegraré de corazón; todo mi ser celebrará que tus labios hablen rectamente. No envidies a los pecadores y respeta siempre al Señor, porque así tendrás futuro y tu esperanza no se quebrará. Escucha, hijo mío, hazte sabio y sigue el camino recto. No te juntes con los que beben vino ni con los que se atiborran de carne, pues borrachos y glotones se arruinan y la modorra los viste de harapos. Escucha a tu padre que él te engendró, y no desprecies a tu madre, aunque envejezca. Compra verdad y no la vendas; y lo mismo sabiduría, instrucción e inteligencia. Rebosa de gozo el padre del justo, quien tiene un hijo sabio se alegra. Que tu padre se alegre por ti y goce la que te dio a luz. Hijo mío, confía en mí y mira con buenos ojos mis indicaciones. Zanja profunda es la ramera y pozo angosto la mujer ajena. Está al acecho como un ladrón y fomenta la discordia entre los hombres. ¿Quién se lamenta? ¿Quién se queja? ¿Quién riñe? ¿Quién llora? ¿Quién golpea sin motivo? ¿Quién tiene ojos turbios? Los que se pasan con el vino y no cesan de catar bebidas. No mires el vino cuando rojea: ¡Cómo brilla en la copa! ¡Qué suavemente entra! Pero al final muerde como serpiente, clava los dientes como víbora. Tus ojos alucinarán, tu mente te hará decir tonterías; te sentirás como alguien flotando en alta mar, como quien se bambolea en la punta de un mástil; y te dirás: «Me han pegado y no me duele; me han golpeado y no lo siento; en cuanto despierte pediré más vino».

PROVERBIOS 23:1-35 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Cuando un gran señor te invite a comer, piensa bien delante de quién te encuentras. Aunque tengas mucha hambre, controla tu apetito; no codicies sus deliciosos manjares, porque te puede estar engañando. No te esfuerces por hacerte rico; deja de preocuparte por eso. Si te fijas bien, verás que no hay riquezas; de pronto se van volando, como águilas, como si les hubieran salido alas. No te sientes a la mesa de un tacaño ni codicies sus deliciosos manjares, que son como un pelo en la garganta: él te invita a comer y beber, pero no lo dice en serio; vomitarás después lo que comiste y de nada te habrán servido tus palabras amables. No hables a oídos del necio, pues se burlará de tus sabias palabras. No cambies de lugar los antiguos linderos ni invadas el terreno de los huérfanos, porque ellos tienen un poderoso libertador que saldrá contra ti en su defensa. Aplica tu mente y tus oídos a la instrucción y los conocimentos. No dejes de corregir al joven, pues unos cuantos azotes no lo matarán; por el contrario, si le corriges, le librarás de la muerte. Cuando alcances la sabiduría, hijo mío, no habrá nadie más feliz que yo; sentiré una profunda alegría al oirte hablar como es debido. No tengas envidia de los pecadores; antes bien, honra siempre al Señor; entonces tendrás un buen fin y tu esperanza jamás será destruida. Atiende bien, hijo mío, y aprende; procura seguir el buen camino. No te juntes con los borrachos ni con los que comen demasiado, pues los borrachos y los glotones acaban en la ruina, y los perezosos se visten de harapos. Atiende a tu padre, que te engendró; no desprecies a tu madre cuando sea anciana. Compra la verdad y la sabiduría, la instrucción y el entendimiento, ¡y no los vendas! El padre del hijo bueno y sabio tiene razón para estar feliz y orgulloso. ¡Haz, pues, que tu padre y tu madre se sientan felices y orgullosos! Pon toda tu atención en mí, hijo mío, y mira con buenos ojos mi ejemplo; porque la mujer extraña, la prostituta, es como un pozo profundo y angosto; se pone al acecho, como un ladrón, y hace que muchos hombres se pierdan. ¿Quién sufre? ¿Quién se queja? ¿Quién anda en pleitos y lamentos? ¿Quién es herido sin motivo? ¿Quién tiene turbia la mirada? El que no abandona jamás el vino y anda ensayando nuevas bebidas. No te fijes en el vino. ¡Qué rojo se pone y cómo brilla en la copa! ¡Con qué suavidad resbala! Pero al final es como una serpiente que muerde y causa dolor. Te hará ver cosas extrañas, y pensar y decir tonterías; te hará sentir que estás en alta mar, recostado en lo alto del palo mayor, y dirás: “Me golpearon, y no lo noté; me azotaron, y no me di cuenta; pero, en cuanto me despierte, iré en busca de más vino.”