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SALMOS 119:41-88

SALMOS 119:41-88 La Palabra (versión española) (BLP)

Cólmame, Señor, de tu amor, sálvame según tu promesa; podré así replicar al que me humilla, pues yo confío en tu palabra. No apartes de mi boca la palabra sincera, que en tus decisiones pongo mi esperanza. Respetaré tu ley constantemente, por siempre jamás la cumpliré. Caminaré sin estorbos, porque busco tus preceptos. Proclamaré ante los reyes tus mandatos sin sentir vergüenza alguna. Me deleitaré en tus mandamientos porque los amo intensamente; hacia ellos alzaré mis manos, meditando tus normas. Recuerda la promesa hecha a tu siervo, la que mantiene mi esperanza. Esto me consuela cuando sufro: que tu promesa me da vida. Mucho me insultan los soberbios, pero yo no me aparto de tu ley. Recuerdo, Señor, tus decretos de antaño, y en ellos encuentro consuelo. Me invade el furor por los malvados, por aquellos que abandonan tu ley. Tus normas eran cantos para mí cuando vivía en el destierro. Señor, de noche recuerdo tu nombre y tengo respeto por tu ley. A mí me corresponde guardar tus preceptos. El Señor es mi heredad, he prometido guardar tus palabras. Te imploro de todo corazón, apiádate de mí según tu promesa. He reflexionado sobre mi conducta, me comporto según tus mandatos. Sin demorarme me he apresurado a respetar tus mandamientos. Las redes de los malvados me cercaban, pero yo no he olvidado tu ley. Me levanto en mitad de la noche para alabarte por tus justos decretos. Soy amigo de cuantos te veneran, de los que respetan tus preceptos. Tu amor, Señor, llena la tierra, enséñame tus normas. Fuiste bueno con tu siervo, según tu promesa, Señor. Enséñame el buen juicio y el saber, que en tus mandatos yo confío. Antes de haber sufrido pequé, pero ahora respeto tu palabra. Tú eres bueno y haces el bien, enséñame tus normas. Los soberbios me calumnian, pero yo guardo sinceramente tus preceptos. Su corazón es insensible, yo, en cambio, me deleito en tu ley. Me vino bien haber sufrido para así aprender tus normas. Prefiero la ley de tu boca a miles de monedas de oro y plata. Tus manos me hicieron y me formaron; hazme entender y aprenderé tus mandatos. Quienes te veneran se alegran al verme, porque en tu palabra pongo mi esperanza. Yo sé, Señor, que tus decretos son justos, que con razón me hiciste sufrir. Que sea tu amor mi consuelo, según la promesa hecha a tu siervo. Que tu piedad venga a mí y viviré, pues tu ley hace mis delicias. Que se avergüencen los soberbios, los que sin razón me afligieron; por mi parte, medito tus preceptos. Que vengan a mí quienes te veneran, quienes conocen tus mandatos. Sea mi corazón fiel a tus normas y no tendré que avergonzarme. Yo ansío tu salvación, en tu palabra pongo mi esperanza. Se consumen mis ojos por tu promesa y me pregunto: «¿Cuándo te apiadarás de mí?». Soy como un odre arrugado por el humo, pero no he olvidado tus normas. ¿Cuánto tiempo vivirá tu siervo? ¿Cuándo juzgarás a quienes me persiguen? Me han cavado fosas los soberbios, los que no viven de acuerdo a tu ley. Todos tus mandamientos son verdad, ayúdame, que me persiguen sin motivo. En esta tierra casi me destruyen, pero yo no abandoné tus preceptos. Mantenme vivo por tu amor, que yo respetaré los mandatos de tu boca.

SALMOS 119:41-88 Reina Valera 2020 (RV2020)

Venga a mí tu misericordia, Señor; tu salvación, conforme a tu dicho. Y daré por respuesta a quien me avergüenza, que en tu palabra he confiado. No quites de mi boca en ningún tiempo la palabra de verdad, porque en tus juicios espero. Guardaré tu ley en todo momento, para siempre y eternamente. Y andaré en libertad, porque busqué tus mandamientos. Hablaré de tus testimonios delante de los reyes y no me avergonzaré. Me regocijaré en tus mandamientos, los cuales he amado. Alzaré asimismo mis manos a tus mandamientos, que amo, y meditaré en tus estatutos. Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar. Ella es mi consuelo en mi aflicción, porque tu dicho me ha vivificado. Los soberbios se han burlado mucho de mí, pero no me he apartado de tu ley. Me acordé, Señor, de tus juicios antiguos, y me consolé. Horror se apoderó de mí a causa de los inicuos que abandonan tu ley. Cánticos fueron para mí tus estatutos en la casa en donde fui extranjero. Me acordé en la noche de tu nombre, Señor, y guardé tu ley. Estas bendiciones tuve porque guardé tus mandamientos. Mi porción es el Señor; he dicho que guardaré tus palabras. Tu presencia he suplicado de todo corazón; ten misericordia de mí según tu palabra. Consideré mis caminos y volví mis pies a tus testimonios. Me apresuré y no me retrasé en guardar tus mandamientos. Compañías de impíos me han rodeado, mas no me he olvidado de tu ley. A medianoche me levanto para alabarte por tus justos juicios. Compañero soy yo de todos los que te temen y guardan tus mandamientos. De tu misericordia, Señor, está llena la tierra. ¡Enséñame tus estatutos! Bien has hecho con tu siervo, Señor, conforme a tu palabra. Enséñame buen sentido y sabiduría, porque tus mandamientos he creído. Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; pero ahora guardo tu palabra. Bueno eres tú, y bienhechor; ¡enséñame tus estatutos! Contra mí forjaron mentira los soberbios, pero yo guardaré de todo corazón tus mandamientos. Se engrosó el corazón de ellos como sebo, mas yo en tu ley me he regocijado. Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos. Mejor me es la ley de tu boca que mucha riqueza de oro y plata. Tus manos me hicieron y me formaron; hazme entender y aprenderé tus mandamientos. Los que te temen me verán y se alegrarán, porque en tu palabra he esperado. Conozco, Señor, que tus juicios son justos y que conforme a tu fidelidad me afligiste. Sea ahora tu misericordia para consolarme, conforme a lo que has dicho a tu siervo. Vengan a mí tus misericordias para que viva, porque tu ley es mi delicia. Sean avergonzados los soberbios, porque sin causa me han calumniado; pero yo meditaré en tus mandamientos. Vuélvanse a mí los que te temen y conocen tus testimonios. Sea mi corazón íntegro en tus estatutos, para que no sea yo avergonzado. Desfallece mi alma por tu salvación, mas espero en tu palabra. Desfallecen mis ojos por tu palabra, y digo: «¿Cuándo me consolarás?». Aunque estoy como un odre expuesto al humo, no he olvidado tus estatutos. ¿Cuántos son los días de tu siervo? ¿Cuándo harás justicia contra los que me persiguen? Los soberbios me han cavado hoyos, mas no proceden según tu ley. Todos tus mandamientos son verdad. Sin causa me persiguen: ¡ayúdame! Casi me han echado por tierra, pero no he dejado tus mandamientos. Vivifícame conforme a tu misericordia y guardaré los testimonios de tu boca.

SALMOS 119:41-88 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Envíame, SEÑOR, tu gran amor y tu salvación, conforme a tu promesa. Así responderé a quien me desprecie, porque yo confío en tu palabra. No me quites de la boca la palabra de verdad, pues en tus juicios he puesto mi esperanza. Por toda la eternidad obedeceré fielmente tu ley. Viviré con toda libertad, porque he buscado tus preceptos. Hablaré de tus estatutos a los reyes y no seré avergonzado, pues amo tus mandamientos, y en ellos me regocijo. Yo amo tus mandamientos, y hacia ellos elevo mis manos; ¡quiero meditar en tus decretos! Acuérdate de la palabra que diste a este siervo tuyo, palabra con la que me infundiste esperanza. Este es mi consuelo en medio del dolor: que tu promesa me da vida. Los insolentes me ofenden hasta el colmo, pero yo no me aparto de tu ley. Me acuerdo, SEÑOR, de tus juicios de antaño, y encuentro consuelo en ellos. Me llenan de indignación los impíos, que han abandonado tu ley. Tus decretos han sido mis cánticos en el lugar de mi destierro. SEÑOR, por la noche evoco tu nombre; ¡quiero cumplir tu ley! Lo que a mí me corresponde es obedecer tus preceptos. ¡Mi herencia eres tú, SEÑOR! Prometo obedecer tus palabras. De todo corazón busco tu rostro; compadécete de mí conforme a tu promesa. Me he puesto a pensar en mis caminos, y he orientado mis pasos hacia tus estatutos. Me doy prisa, no tardo nada para cumplir tus mandamientos. Aunque los lazos de los impíos me aprisionan, yo no me olvido de tu ley. A medianoche me levanto a darte gracias por tus rectos juicios. Soy amigo de todos los que te honran, de todos los que observan tus preceptos. Enséñame, SEÑOR, tus decretos; ¡la tierra está llena de tu gran amor! Tú, SEÑOR, tratas bien a tu siervo, conforme a tu palabra. Impárteme conocimiento y buen juicio, pues yo creo en tus mandamientos. Antes de sufrir anduve descarriado, pero ahora obedezco tu palabra. Tú eres bueno, y haces el bien; enséñame tus decretos. Aunque los insolentes me difaman, yo cumplo tus preceptos con todo el corazón. El corazón de ellos es torpe e insensible, pero yo me regocijo en tu ley. Me hizo bien haber sido afligido, porque así llegué a conocer tus decretos. Para mí es más valiosa tu enseñanza que millares de monedas de oro y plata. Con tus manos me creaste, me diste forma. Dame entendimiento para aprender tus mandamientos. Los que te honran se regocijan al verme, porque he puesto mi esperanza en tu palabra. SEÑOR, yo sé que tus juicios son justos, y que con justa razón me afliges. Que sea tu gran amor mi consuelo, conforme a la promesa que hiciste a tu siervo. Que venga tu compasión a darme vida, porque en tu ley me regocijo. Sean avergonzados los insolentes que sin motivo me maltratan; yo, por mi parte, meditaré en tus preceptos. Que se reconcilien conmigo los que te temen, los que conocen tus estatutos. Sea mi corazón íntegro hacia tus decretos, para que yo no sea avergonzado. Esperando tu salvación se me va la vida. En tu palabra he puesto mi esperanza. Mis ojos se consumen esperando tu promesa, y digo: «¿Cuándo vendrás a consolarme?» Parezco un odre ennegrecido por el humo, pero no me olvido de tus decretos. ¿Cuánto más vivirá este siervo tuyo? ¿Cuándo juzgarás a mis perseguidores? Me han cavado trampas los insolentes, los que no viven conforme a tu ley. Todos tus mandamientos son fidedignos; ¡ayúdame!, pues falsos son mis perseguidores. Por poco me borran de la tierra, pero yo no abandono tus preceptos. Por tu gran amor, dame vida y cumpliré tus estatutos.