SALMOS 40:1-10
SALMOS 40:1-10 Reina Valera 2020 (RV2020)
Pacientemente esperé al Señor, y se inclinó a mí y oyó mi clamor, me sacó del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre una peña y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca un cántico nuevo, una alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos y temerán, y confiarán en el Señor. ¡Dichoso aquel que pone su confianza en el Señor y no mira a los soberbios ni a los que se desvían tras la mentira! Has aumentado, Señor, Dios mío, tus maravillas y tus pensamientos para con nosotros. No es posible contarlos ante ti. Aunque yo los anunciara y hablara de ellos, no podrían ser enumerados. Sacrificio y ofrenda no te agradan; has abierto mis oídos; holocausto y expiación no has demandado. Entonces dije: «Aquí estoy; en el rollo del libro está escrito de mí; el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón». He anunciado justicia en la gran congregación; he aquí, no refrené mis labios, Señor, tú lo sabes. No encubrí tu justicia dentro de mi corazón; he publicado tu fidelidad y tu salvación; no oculté tu misericordia y tu verdad en la gran congregación.
SALMOS 40:1-10 La Palabra (versión española) (BLP)
Puse mi esperanza en el Señor, él se inclinó hacia mí y escuchó mi lamento. Me sacó de la fosa desolada, del fango cenagoso; me alzó sobre una roca afianzando mis pasos. Puso en mi boca un canto nuevo, una alabanza a nuestro Dios; cuantos lo ven, lo veneran y confían en el Señor. Feliz quien ha puesto en el Señor su confianza y no sigue a los idólatras perdidos en la mentira. Tú, Señor y Dios mío, has multiplicado tus maravillas y tus proyectos para nosotros. ¡No hay quien a ti se iguale! Los pregonaría, los proclamaría, pero son demasiados para contarlos. No quieres sacrificios ni ofrendas; tú, que me has abierto el oído, no deseas ni víctimas ni holocaustos. Entonces yo dije: «Aquí vengo, en el libro se ha escrito de mí: Quiero hacer tu voluntad, tu ley llevo en mis entrañas». He pregonado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios y tú, Señor, lo sabes. No he escondido tu justicia en lo más hondo de mí, sino que he proclamado tu fidelidad y salvación; no he ocultado tu amor y tu verdad ante la gran asamblea.
SALMOS 40:1-10 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Puse en el SEÑOR toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de la fosa de la muerte, del lodo y del pantano; puso mis pies sobre una roca, y me plantó en terreno firme. Puso en mis labios un cántico nuevo, un himno de alabanza a nuestro Dios. Al ver esto, muchos tuvieron miedo y pusieron su confianza en el SEÑOR. Dichoso el que pone su confianza en el SEÑOR y no recurre a los idólatras ni a los que adoran dioses falsos. Muchas son, SEÑOR mi Dios, las maravillas que tú has hecho. No es posible enumerar tus bondades en favor nuestro. Si quisiera anunciarlas y proclamarlas, serían más de lo que puedo contar. A ti no te complacen sacrificios ni ofrendas, pero has abierto mis oídos para oírte; tú no has pedido holocaustos ni sacrificios por el pecado. Por eso dije: «Aquí me tienes —como el libro dice de mí—. Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad; tu ley la llevo dentro de mí». En medio de la gran asamblea he dado a conocer tu justicia. Tú bien sabes, SEÑOR, que no he sellado mis labios. No escondo tu justicia en mi corazón, sino que proclamo tu fidelidad y tu salvación. No oculto en la gran asamblea tu gran amor y tu verdad.