SALMOS 65:1-8
SALMOS 65:1-8 Reina Valera 2020 (RV2020)
Tuya, Dios, es la alabanza en Sion, y a ti se pagarán los votos. Tú oyes la oración; a ti vendrá toda carne. Las iniquidades prevalecen contra mí, pero tú perdonas nuestras rebeliones. ¡Qué dichoso es aquel a quien tú escojas y atraigas a ti para que habite en tus atrios! Seremos saciados del bien de tu Casa, de tu santo templo. Con tremendas cosas nos responderás tú en justicia, Dios de nuestra salvación, esperanza de todos los términos de la tierra y de los más remotos confines del mar. Tú, con tu poder, afirmas los montes revestido de valentía; el que sosiega el estruendo de los mares, el estruendo de sus olas, y el alboroto de las naciones. Los habitantes de los confines de la tierra temen ante tus maravillas. Tú haces alegrar las salidas de la mañana y de la tarde.
SALMOS 65:1-8 La Palabra (versión española) (BLP)
Tú mereces la alabanza, oh Dios que estás en Sion, mereces que se te cumplan las promesas, pues tú escuchas las oraciones y todos los humanos acuden a ti. Las culpas nos tienen abrumados, pero tú perdonas nuestros pecados. Felices a quienes escoges y llevas a que habiten en tus atrios. Nos saciaremos de los bienes de tu casa, de los dones sagrados de tu Templo. Tu justicia salvadora nos responde con prodigios, oh Dios, salvador nuestro, esperanza del confín del mundo y de los mares más remotos. Con su fuerza afianza los montes revestido todo él de poder; calma el fragor de los mares, serena el fragor de sus olas y el estruendo de los pueblos. Cuantos viven en el confín del mundo te veneran por tus prodigios, tú alegras a oriente y occidente.
SALMOS 65:1-8 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
A ti, oh Dios de Sión, te pertenece la alabanza. A ti se te deben cumplir los votos, porque escuchas la oración. A ti acude todo mortal, a causa de sus perversidades. Nuestros delitos nos abruman, pero tú los perdonaste. ¡Dichoso aquel a quien tú escoges, al que atraes a ti para que viva en tus atrios! Saciémonos de los bienes de tu casa, de los dones de tu santo templo. Tú, oh Dios y Salvador nuestro, nos respondes con imponentes obras de justicia; tú eres la esperanza de los confines de la tierra y de los más lejanos mares. Tú, con tu poder, formaste las montañas, desplegando tu potencia. Tú calmaste el rugido de los mares, el estruendo de sus olas, y el tumulto de los pueblos. Los que viven en remotos lugares se asombran ante tus prodigios; del oriente al occidente, tú inspiras canciones de alegría.