SALMOS 78:1-20
SALMOS 78:1-20 Reina Valera 2020 (RV2020)
Escucha, pueblo mío, mi ley; inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. Con sentencias sabias hablaré; proclamaré cosas escondidas desde tiempos antiguos, las cuales hemos oído y entendido, las que nuestros padres nos contaron. No las encubriremos a sus hijos, contaremos a la generación venidera las alabanzas del Señor, su potencia y las maravillas que hizo. Él estableció testimonio en Jacob y puso ley en Israel, la cual mandó a nuestros padres que la notificaran a sus hijos; para que lo sepa la generación venidera, los hijos que nazcan; y los que se levanten lo cuenten a sus hijos, a fin de que pongan en Dios su confianza y no se olviden de las obras de Dios; que guarden sus mandamientos y no sean como sus padres, generación terca y rebelde; generación que no dispuso su corazón, ni cuyo espíritu fue fiel para con Dios. Los hijos de Efraín, arqueros muy diestros, volvieron las espaldas en el día de la batalla. No guardaron el pacto de Dios ni quisieron andar en su ley; al contrario, se olvidaron de sus obras y de sus maravillas que les había mostrado. Delante de sus padres hizo maravillas en la tierra de Egipto, en el campo de Zoán. Dividió el mar y los hizo pasar. Detuvo las aguas como en un montón. Los guiaba de día con nube y toda la noche con resplandor de fuego. Hendió las peñas en el desierto y les dio a beber como de grandes abismos, pues sacó de la peña corrientes e hizo descender aguas como ríos. Pero aun así, volvieron a pecar contra él, se rebelaron contra el Altísimo en el desierto, pues tentaron a Dios en su corazón, pidieron comida a su gusto. Y hablaron contra Dios, al decir: «¿Podrá poner mesa en el desierto? Él ha herido la peña, y brotaron aguas y torrentes inundaron la tierra. ¿Podrá dar también pan? ¿Dispondrá carne para su pueblo?».
SALMOS 78:1-20 La Palabra (versión española) (BLP)
Pueblo mío, escucha mi enseñanza, atended a las palabras de mi boca. Con sentencias sabias hablaré, proclamaré enigmas de antaño. Lo que nosotros oímos y sabemos, lo que nuestros padres nos contaron, no lo ocultaremos a sus hijos; a la nueva generación le contaremos las proezas del Señor y su poder, las maravillas que él hizo. Él estableció una norma en Jacob, una ley instituyó en Israel; él ordenó a nuestros padres enseñarlas a sus hijos, para que la generación venidera lo sepa y los hijos que habrán de nacer se dispongan a contarlo a sus hijos. Así estos confiarán en Dios, no olvidarán sus proezas y respetarán sus mandatos; no serán como sus padres, generación terca y rebelde que no fue fiel a Dios. Los hijos de Efraín, diestros arqueros, huyeron el día de la batalla. No respetaron la alianza, no quisieron seguir su ley; olvidaron sus proezas, los portentos que les mostró. Ante sus padres hizo prodigios en el país de Egipto, en los campos de Soán. Abrió el mar y los hizo pasar, como un dique detuvo las aguas; con una nube los guiaba de día, con luz de fuego durante la noche; en el desierto hendió las rocas, calmó su sed en caudalosos manantiales; hizo brotar arroyos de las peñas y como ríos descendieron las aguas. Pero de nuevo pecaron contra él, se rebelaron contra el Altísimo en el desierto. En su interior retaron a Dios, reclamaron comida con ansia. Hablaron contra Dios, dijeron: «¿Podrá Dios preparar una mesa en el desierto? Es verdad que golpeó la roca y el agua manó, los arroyos fluyeron; pero ¿podrá también dar pan, proporcionar carne a su pueblo?».
SALMOS 78:1-20 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Pueblo mío, atiende a mi enseñanza; presta oído a las palabras de mi boca. Mis labios pronunciarán parábolas y evocarán misterios de antaño, cosas que hemos oído y conocido, y que nuestros padres nos han contado. No las esconderemos de sus descendientes; hablaremos a la generación venidera del poder del SEÑOR, de sus proezas, y de las maravillas que ha realizado. Él promulgó un decreto para Jacob, dictó una ley para Israel; ordenó a nuestros antepasados enseñarlos a sus descendientes, para que los conocieran las generaciones venideras y los hijos que habrían de nacer, que a su vez los enseñarían a sus hijos. Así ellos pondrían su confianza en Dios y no se olvidarían de sus proezas, sino que cumplirían sus mandamientos. Así no serían como sus antepasados: generación obstinada y rebelde, gente de corazón fluctuante, cuyo espíritu no se mantuvo fiel a Dios. La tribu de Efraín, con sus diestros arqueros, se puso en fuga el día de la batalla. No cumplieron con el pacto de Dios, sino que se negaron a seguir sus enseñanzas. Echaron al olvido sus proezas, las maravillas que les había mostrado, los milagros que hizo a la vista de sus padres en la tierra de Egipto, en la región de Zoán. Partió el mar en dos para que ellos lo cruzaran, mientras mantenía las aguas firmes como un muro. De día los guio con una nube, y toda la noche con luz de fuego. En el desierto partió en dos las rocas, y les dio a beber torrentes de aguas; hizo que brotaran arroyos de la peña y que las aguas fluyeran como ríos. Pero ellos volvieron a pecar contra él; en el desierto se rebelaron contra el Altísimo. Con toda intención pusieron a Dios a prueba, y le exigieron comida a su antojo. Murmuraron contra Dios, y aun dijeron: «¿Podrá Dios prepararnos una mesa en el desierto? Cuando golpeó la roca, el agua brotó en torrentes; pero ¿podrá también darnos de comer?, ¿podrá proveerle carne a su pueblo?»