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APOCALIPSIS 1:9-18

APOCALIPSIS 1:9-18 Reina Valera 2020 (RV2020)

Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en el sufrimiento, en el reino y en la perseverancia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo. En el día del Señor el Espíritu vino sobre mí y oí detrás de mí una gran voz, como de trompeta, que decía: —Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Me volví para ver de quién era la voz que me hablaba. Y cuando di la vuelta, vi siete candelabros de oro, y en medio de los siete candelabros de oro vi a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido con una ropa que le llegaba hasta los pies, y un cinto de oro ciñéndole el pecho. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, como la nieve, y sus ojos como llama de fuego. Sus pies semejantes al bronce pulido resplandecientes como si estuvieran en un horno, y su voz resonaba como el estruendo de una gran caudal de agua. En su mano derecha tenía siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos y su rostro era resplandeciente como el sol cuando brilla con todo su esplendor. Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. Y él puso su mano derecha sobre mí, y me dijo: —No temas. Yo soy el primero y el último, el que vive, y estuve muerto, pero vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves del infierno y de la muerte.

APOCALIPSIS 1:9-18 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Yo, Juan, soy vuestro hermano, y por mi unión con Jesús tengo parte con vosotros en el reino de Dios, en los sufrimientos y en la fortaleza para soportarlos. Por haber anunciado el mensaje de Dios confirmado por Jesús, me encontraba en la isla de Patmos. Y sucedió que el día del Señor quedé bajo el poder del Espíritu, y oí detrás de mí una fuerte voz, como un toque de trompeta, que me decía: “Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias de la provincia de Asia: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea.” Me volví para ver de quién era la voz que me hablaba; y al hacerlo vi siete candelabros de oro, y en medio de los candelabros vi a uno semejante a un hijo de hombre, vestido con una túnica que le llegaba hasta los pies y con un cinturón de oro a la altura del pecho. Sus cabellos eran blancos como la lana, o como la nieve, y sus ojos parecían llamas de fuego. Sus pies brillaban como bronce bruñido, fundido en un horno, y su voz era tan fuerte como el ruido de una cascada. En su mano derecha tenía siete estrellas y de su boca salía una espada aguda de dos filos. Su rostro era como el sol cuando brilla en todo su esplendor. Al verle caí como muerto a sus pies. Pero él, poniendo su mano derecha sobre mí, me dijo: “No tengas miedo: yo soy el primero y el último, y el que vive. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre. Yo tengo las llaves del reino de la muerte.