ROMANOS 2:1-16
ROMANOS 2:1-16 Reina Valera 2020 (RV2020)
Por tanto tú que juzgas no tienes excusa, sin importar quien seas, pues al juzgar a otro, te condenas a ti mismo, porque tú que juzgas a los demás haces lo mismo. Pero sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas se ajusta a la verdad. Y tú, que juzgas a los que hacen tales cosas, pero haces lo mismo, ¿acaso piensas que escaparás del juicio de Dios? ¿O acaso menosprecias las riquezas de su bondad, paciencia y generosidad, e ignoras que su bondad te guía al arrepentimiento? Pero por la dureza y obstinación de tu corazón vas acumulando ira contra ti mismo para el día de la ira, cuando Dios revelará su justo juicio, y pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, al perseverar en hacer el bien, buscan gloria, honra e inmortalidad; pero castigará con ira y enojo a los que por ambición personal no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia. Habrá sufrimiento y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, sobre el judío en primer lugar, y también sobre el griego; en cambio habrá gloria, honra y paz a todo el que hace lo bueno: al judío en primer lugar y también al griego, porque Dios no favorece a unas personas más que a otras. Así pues, todos los que han pecado sin estar bajo la ley, también perecerán sin intervención de la ley; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados. Porque Dios no considera justos a los que simplemente oyen la ley, sino que los que obedecen la ley serán justificados. Cuando los gentiles que no tienen la ley, por inclinación natural hacen lo que la ley demanda, son la ley para sí mismos, aunque no tengan la ley, pues muestran el efecto de la ley escrita en sus corazones, de lo cual da testimonio su conciencia y los acusarán o los defenderán sus propios razonamientos en el día en que el Señor juzgará por medio de Jesucristo las acciones encubiertas de los hombres, conforme a mi evangelio.
ROMANOS 2:1-16 La Palabra (versión española) (BLP)
Por eso, tú, quienquiera que seas, no tienes excusa cuando te eriges en juez de los demás. Al juzgar a otro, tú mismo te condenas, pues te eriges en juez no siendo mejor que los otros. Es sabido que el juicio de Dios cae con rigor sobre quienes así se comportan. Y tú, que condenas a quienes actúan así, pero te portas igual que ellos, ¿te imaginas que vas a librarte del castigo de Dios? ¿Te es, acaso, indiferente la inagotable bondad, paciencia y generosidad de Dios, y no te das cuenta de que es precisamente esa bondad la que está impulsándote a cambiar de conducta? Eres de corazón duro y obstinado, con lo que estás amontonando castigos sobre ti para aquel día de castigo, cuando Dios se manifieste como justo juez y pague a cada uno según su merecido: a los que buscan la gloria, el honor y la inmortalidad mediante la práctica constante del bien, les dará vida eterna; en cambio, a los contumaces en rechazar la verdad y adherirse a la injusticia les corresponde un implacable castigo. Habrá angustia y sufrimiento para cuantos hacen el mal: para los judíos, desde luego; pero también para los no judíos. Gloria, honor y paz, en cambio, para los que hacen el bien, tanto si son judíos como si no lo son. Porque en Dios no caben favoritismos. Quienes han pecado sin estar bajo la ley, perecerán sin necesidad de recurrir a la ley; y quienes hayan pecado estando bajo la ley, por ella serán juzgados. Porque no basta escuchar la ley para que Dios nos justifique; es necesario cumplirla. Y es que si los paganos, que no tienen ley, actúan de acuerdo con ella movidos de la natural inclinación, aunque parezca que no tienen ley, ellos mismos son su propia ley. La llevan escrita en el corazón, como lo demuestra el testimonio de su conciencia y sus propios pensamientos, que unas veces los acusan y otras los defienden. Esto es lo que se manifestará el día en que, conforme al evangelio que yo anuncio, juzgue Dios por medio de Jesucristo lo que los seres humanos mantienen oculto.
ROMANOS 2:1-16 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Por eso no tienes disculpa, tú que juzgas a otros, quienquiera que seas. Al juzgar a otros te condenas a ti mismo, pues haces precisamente lo mismo que hacen ellos. Pero sabemos que Dios juzga conforme a la verdad cuando condena a los que así se portan. En cuanto a ti, que juzgas a otros y haces lo mismo que ellos, no creas que vas a librarte de que Dios te condene. Tú desprecias la inagotable bondad, tolerancia y paciencia de Dios, sin darte cuenta de que precisamente su bondad es la que te está llevando a convertirte a él. Pero tú, como eres terco y no has querido volverte a Dios, estás acumulando castigo sobre ti mismo para el día del castigo, cuando Dios se manifieste para dictar su justa sentencia y pagar a cada cual lo que merezcan sus acciones. Dará vida eterna a quienes buscando gloria, honor e inmortalidad hicieron siempre el bien; pero castigará severamente a los rebeldes, es decir, a los que están en contra de la verdad y a favor de la maldad. Habrá sufrimiento y angustia para todos los que hacen lo malo: para los judíos en primer lugar, pero también para los que no lo son. En cambio, Dios dará gloria, honor y paz a quienes hacen el bien: a los judíos en primer lugar, pero también a los que no lo son. Porque Dios no hace diferencia entre unos y otros. Todos los que pecan sin haber tenido la ley de Moisés, morirán sin esa ley; y los que pecan a pesar de tener la ley de Moisés, por medio de esa ley serán juzgados. Porque no quedan libres de culpa los que tan solo oyen la ley, sino los que la obedecen. Pero cuando los que no son judíos ni tienen la ley hacen por naturaleza lo que la ley manda, ellos mismos son su propia ley. Por su conducta muestran que la llevan escrita en el corazón. Su propia conciencia lo prueba, y sus propios pensamientos los acusarán o los defenderán el día en que Dios juzgue los secretos de todos por medio de Cristo Jesús, conforme al evangelio que yo predico.
ROMANOS 2:1-16 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Por tanto, no tienes excusa tú, quienquiera que seas, cuando juzgas a los demás, pues al juzgar a otros te condenas a ti mismo, ya que practicas las mismas cosas. Ahora bien, sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas se basa en la verdad. ¿Piensas entonces que vas a escapar del juicio de Dios, tú que juzgas a otros y sin embargo haces lo mismo que ellos? ¿No ves que desprecias las riquezas de la bondad de Dios, de su tolerancia y de su paciencia, al no reconocer que su bondad quiere llevarte al arrepentimiento? Pero por tu obstinación y por tu corazón empedernido sigues acumulando castigo contra ti mismo para el día de la ira, cuando Dios revelará su justo juicio. Porque Dios «pagará a cada uno según lo que merezcan sus obras». Él dará vida eterna a los que, perseverando en las buenas obras, buscan gloria, honor e inmortalidad. Pero los que por egoísmo rechazan la verdad para aferrarse a la maldad recibirán el gran castigo de Dios. Habrá sufrimiento y angustia para todos los que hacen el mal, los judíos primeramente, y también los gentiles; pero gloria, honor y paz para todos los que hacen el bien, los judíos primeramente, y también los gentiles. Porque Dios no tiene favoritismos. Todos los que han pecado sin conocer la ley también perecerán sin la ley; y todos los que han pecado conociendo la ley por la ley serán juzgados. Porque Dios no considera justos a los que oyen la ley, sino a los que la cumplen. De hecho, cuando los gentiles, que no tienen la ley, cumplen por naturaleza lo que la ley exige, ellos son ley para sí mismos, aunque no tengan la ley. Estos muestran que llevan escrito en el corazón lo que la ley exige, como lo atestigua su conciencia, pues sus propios pensamientos algunas veces los acusan y otras veces los excusan. Así sucederá el día en que, por medio de Jesucristo, Dios juzgará los secretos de toda persona, como lo declara mi evangelio.