La Última Semana De Tu VidaMuestra

Ninguno de nosotros puede llegar a comprender todo lo que Jesús vivió en sus últimas horas. El dolor que experimentó en su propio cuerpo, la pérdida de sangre por los azotes, ahogaban los gritos de burla y menosprecio que, la verdad, no eran nada comparado con las espinas clavándose en su cabeza.

La clave para entender cómo soportó todo esto, está en el verso 36. Jesús, desde el momento en que nació, hasta su último aliento, supo quién era. Sabia de dónde venía, y a dónde iba. Sabía que su reino no era de este mundo, y que la verdadera batalla se estaba librando en los aires. El mundo espiritual estaba temblando, ante el sacrificio del Hijo de Dios. Era algo tan sobrecogedor, tan inmenso, tan poderoso, que el mal no lo pudo soportar, hasta ser derrotado. La batalla más dura, Jesús la peleó en su espíritu.

Porque su reino no es de este mundo, nuestra esperanza, nuestra paz, nuestra salvación, tampoco lo es. Todo lo bueno, lo agradable, lo milagroso de Dios, tiene un efecto mucho mayor en nuestro espíritu, de lo que pueda tenerlo en nuestra vida terrenal. Por eso tenemos la capacidad de soportar las tentaciones, las dificultades, el dolor, la soledad, la tristeza, la agonía, o el desastre. Todo se hace soportable por medio de Él. Pertenecemos a un reino inconmovible, vivamos en consecuencia.