Cuando hablo, me brotan las palabras.
Grito: «¡Violencia y destrucción!».
Así que estos mensajes del SEÑOR
me han convertido en objeto de burla.
Sin embargo, si digo que nunca mencionaré al SEÑOR
o que nunca más hablaré en su nombre,
su palabra arde en mi corazón como fuego.
¡Es como fuego en mis huesos!
¡Estoy agotado tratando de contenerla!
¡No puedo hacerlo!