Dirigiéndose a Abisay y a todos sus oficiales, David añadió:
—Si el hijo de mis entrañas intenta quitarme la vida, ¡qué no puedo esperar de este benjamita! Déjenlo que me maldiga, pues el SEÑOR se lo ha mandado. A lo mejor el SEÑOR toma en cuenta mi aflicción y me paga con bendiciones las maldiciones que estoy recibiendo hoy.