»Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario, porque el Señor escudriña los corazones de todos y entiende toda intención de los pensamientos. Si tú lo buscas, lo hallarás; pero si lo dejas, él te desechará para siempre.