Cuando todo el pueblo estaba siendo bautizado, Jesús también se bautizó. En el momento que estaba orando, el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo corporalmente en forma de paloma, posándose sobre Jesús. En ese instante, se oyó una voz del cielo, que dijo:
“Tú eres mi Hijo amado, en quien mi alma se complace”.