tú, en tu gran compasión,
no los abandonaste en el desierto;
la columna de nube no los dejó de día,
para guiarlos en el camino,
ni la columna de fuego de noche, para alumbrarles el camino por donde debían andar.
Y diste tu buen Espíritu para instruirles,
no retiraste tu maná de su boca,
y les diste agua para su sed.
Por cuarenta años proveíste para ellos en el desierto y nada les faltó,
sus vestidos no se gastaron ni se hincharon sus pies.