Algunos de los soldados del gobernador llevaron a Jesús al cuartel y llamaron a todo el regimiento. Le quitaron la ropa y le pusieron un manto escarlata. Armaron una corona con ramas de espinos y se la pusieron en la cabeza y le colocaron una caña de junco en la mano derecha como si fuera un cetro. Luego se arrodillaron burlonamente delante de él mientras se mofaban: «¡Viva el rey de los judíos!». Lo escupieron, le quitaron la caña de junco y lo golpearon en la cabeza con ella. Cuando al fin se cansaron de hacerle burla, le quitaron el manto y volvieron a ponerle su propia ropa. Luego lo llevaron para crucificarlo. En el camino, se encontraron con un hombre llamado Simón, quien era de Cirene, y los soldados lo obligaron a llevar la cruz de Jesús. Salieron a un lugar llamado Gólgota (que significa «Lugar de la Calavera»). Los soldados le dieron a Jesús vino mezclado con hiel amarga, pero cuando la probó, se negó a beberla. Después de clavarlo en la cruz, los soldados sortearon su ropa tirando los dados. Luego se sentaron alrededor e hicieron guardia mientras él estaba colgado allí. Encima de la cabeza de Jesús, colocaron un letrero, que anunciaba el cargo en su contra. Decía: «Este es Jesús, el Rey de los judíos». Con él crucificaron a dos revolucionarios, uno a su derecha y otro a su izquierda.
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