Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento despliega la destreza de sus manos. Día tras día no cesan de hablar; noche tras noche lo dan a conocer. Hablan sin sonidos ni palabras; su voz jamás se oye. Sin embargo, su mensaje se ha difundido por toda la tierra y sus palabras, por todo el mundo. Dios preparó un hogar para el sol en los cielos, y este irrumpe como un novio radiante luego de su boda. Se alegra como un gran atleta, ansioso por correr la carrera. El sol sale de un extremo de los cielos y sigue su curso hasta llegar al otro extremo; nada puede ocultarse de su calor. Las enseñanzas del SEÑOR son perfectas; reavivan el alma. Los decretos del SEÑOR son confiables; hacen sabio al sencillo. Los mandamientos del SEÑOR son rectos; traen alegría al corazón. Los mandatos del SEÑOR son claros; dan buena percepción para vivir. La reverencia al SEÑOR es pura; permanece para siempre. Las leyes del SEÑOR son verdaderas; cada una de ellas es imparcial. Son más deseables que el oro, incluso que el oro más puro. Son más dulces que la miel, incluso que la miel que gotea del panal. Sirven de advertencia para tu siervo, una gran recompensa para quienes las obedecen.
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