Las enseñanzas del SEÑOR son perfectas; reavivan el alma. Los decretos del SEÑOR son confiables; hacen sabio al sencillo. Los mandamientos del SEÑOR son rectos; traen alegría al corazón. Los mandatos del SEÑOR son claros; dan buena percepción para vivir. La reverencia al SEÑOR es pura; permanece para siempre. Las leyes del SEÑOR son verdaderas; cada una de ellas es imparcial. Son más deseables que el oro, incluso que el oro más puro. Son más dulces que la miel, incluso que la miel que gotea del panal. Sirven de advertencia para tu siervo, una gran recompensa para quienes las obedecen. ¿Cómo puedo conocer todos los pecados escondidos en mi corazón? Límpiame de estas faltas ocultas. ¡Libra a tu siervo de pecar intencionalmente! No permitas que estos pecados me controlen. Entonces estaré libre de culpa y seré inocente de grandes pecados. Que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón sean de tu agrado, oh SEÑOR, mi roca y mi redentor.
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