Pero el rey respondió a Arauna: —Eso no puede ser. No voy a ofrecer al SEÑOR mi Dios holocaustos que nada me cuesten. Te lo compraré todo por su precio justo. Fue así como David compró el lugar donde se limpia el trigo y los bueyes por cincuenta siclos de plata. Allí construyó un altar al SEÑOR y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Entonces el SEÑOR tuvo piedad del país y se detuvo la plaga que estaba afligiendo a Israel.
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