Sin embargo, Dios me había apartado desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia. Y, cuando él tuvo a bien revelarme a su Hijo para que yo lo predicara entre los no judíos, no consulté con nadie. Tampoco subí a Jerusalén para ver a los que eran apóstoles antes que yo, sino que fui de inmediato a Arabia, de donde luego regresé a Damasco. Después de tres años, subí a Jerusalén para visitar a Cefas y me quedé con él quince días. No vi a ningún otro de los apóstoles; solo vi a Santiago, el hermano del Señor.
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