Tú, SEÑOR, tratas bien a tu siervo, conforme a tu palabra. Impárteme conocimiento y buen juicio, pues yo creo en tus mandamientos. Antes de sufrir anduve descarriado, pero ahora obedezco tu palabra. Tú eres bueno y haces el bien; enséñame tus estatutos. Aunque los insolentes me difaman con mentiras, yo cumplo tus preceptos con todo el corazón. El corazón de ellos es torpe e insensible, pero yo me regocijo en tu Ley. Me hizo bien haber sido afligido, porque así pude aprender tus estatutos. Para mí es más valiosa tu Ley que miles de piezas de oro y plata. Tus manos me hicieron y me formaron. Dame entendimiento para aprender tus mandamientos. Los que te honran se regocijan al verme, porque he puesto mi esperanza en tu palabra. SEÑOR, yo sé que tus leyes son justas y que por tu fidelidad me afliges. Que sea tu gran amor mi consuelo, conforme a la promesa que hiciste a tu siervo. Que venga tu misericordia a darme vida, porque en tu Ley me regocijo. Sean avergonzados los insolentes que sin motivo me maltratan; yo, por mi parte, meditaré en tus preceptos. Vuélvanse a mí los que te honran, los que conocen tus mandatos. Que con corazón íntegro obedezca tus estatutos, para que yo no sea avergonzado.
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