Tú das la victoria a los humildes, pero humillas a los altivos. Tú, SEÑOR, mantienes mi lámpara encendida; tú, Dios mío, iluminas mis tinieblas. Con tu apoyo me lanzaré contra un ejército; contigo, Dios mío, podré asaltar murallas. El camino de Dios es perfecto; la palabra del SEÑOR es intachable. Escudo es Dios a los que se refugian en él. Pues ¿quién es Dios sino el SEÑOR? ¿Quién es la Roca sino nuestro Dios? Es él quien me arma de valor y hace perfecto mi camino; da a mis pies la ligereza del venado y me mantiene firme en las alturas; adiestra mis manos para la batalla y mis brazos para tensar un arco de bronce. Tú me cubres con el escudo de tu salvación y con tu diestra me sostienes; tu ayuda me ha hecho prosperar. Has despejado el paso de mi camino, para que mis tobillos no se tuerzan.
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