Pero tú has desechado, has rechazado a tu ungido; te has enfurecido contra él en gran manera. Has revocado el pacto con tu siervo; has arrastrado por los suelos su corona. Has derribado todas sus murallas y dejado en ruinas sus fortalezas. Todos los que pasan lo saquean; es motivo de burla para sus vecinos. Has exaltado el poder de sus adversarios y llenado de alegría a sus enemigos. Le has quitado el filo a su espada y no lo has apoyado en la batalla. Has puesto fin a su esplendor y derribaste por tierra su trono. Has acortado los días de su juventud; lo has cubierto con un manto de vergüenza. Selah ¿Hasta cuándo, SEÑOR, te seguirás escondiendo? ¿Va a arder tu ira para siempre, como el fuego? Recuerda cuán efímera es mi vida. Al fin y al cabo, ¿para qué creaste a los mortales? ¿Habrá alguien que viva y no muera jamás o que pueda escapar de las garras de la muerte? Selah ¿Dónde está, Señor, tu gran amor de antaño, que en tu fidelidad juraste a David? Recuerda, Señor, que se burlan de tus siervos; que llevo en mi pecho los insultos de muchos pueblos. Tus enemigos, SEÑOR, nos insultan; a cada paso ofenden a tu ungido. ¡Bendito sea el SEÑOR por siempre! Amén y amén.
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