Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes,
saludamos a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre del Señor Jesucristo, Señor suyo y nuestro.
Que la gracia y la paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo sean con ustedes.
Siempre doy gracias a mi Dios por ustedes y por la gracia que él les ha dado en Cristo Jesús.
Porque en él ustedes fueron enriquecidos en todas las cosas, tanto en palabra como en conocimiento.
Así se ha confirmado en ustedes el testimonio acerca de Cristo,
de tal manera que nada les falta en ningún don, mientras esperan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo,
el cual también los confirmará hasta el fin, para que sean irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo.
Fiel es Dios, quien los ha llamado a tener comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
Hermanos, les ruego por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se pongan de acuerdo y que no haya divisiones entre ustedes, sino que estén perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer.
Digo esto, hermanos míos, porque los de Cloé me han informado que entre ustedes hay contiendas.
Quiero decir, que algunos de ustedes dicen: «Yo soy de Pablo»; otros, «yo soy de Apolos»; otros, «yo soy de Cefas»; y aun otros, «yo soy de Cristo».
¿Acaso Cristo está dividido? ¿Acaso Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O fueron ustedes bautizados en el nombre de Pablo?
Doy gracias a Dios de que no he bautizado a ninguno de ustedes, excepto a Crispo, y a Gayo,
para que ninguno de ustedes diga que fueron bautizados en mi nombre.
También bauticé a la familia de Estéfanas. Pero no sé si he bautizado a algún otro,
pues Cristo no me envió a bautizar, sino a predicar el evangelio, y esto, no con palabras elocuentes, para que la cruz de Cristo no perdiera su valor.