Por lo tanto, hermanos, cuando ustedes se reúnan, tal vez cada uno tenga un salmo, una enseñanza, una revelación, un mensaje en lengua extraña, o una interpretación; pero todo deben hacerlo para la edificación.
Si se habla en una lengua extraña, que hablen dos, y hasta tres, pero que lo hagan por turnos, y que uno de ellos interprete lo que se diga.
Pero si no hay quien interprete, esa persona debe guardar silencio en la iglesia, y hablar para sí misma y para Dios.
De la misma manera, que hablen dos y hasta tres profetas, y que los demás juzguen lo dicho.
Si alguien que está sentado recibe una revelación, el primero debe dejar de hablar;
así todos podrán profetizar por turno, a fin de que todos aprendan y sean exhortados.
El don de profecía debe estar bajo el control de los profetas,
pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz.
Como en todas las iglesias de los santos,
en la congregación las esposas deben guardar silencio, porque no les está permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice.
Si la esposa quiere aprender algo, que le pregunte a su esposo en su casa, porque no es apropiado que una mujer hable en la congregación.
La palabra de Dios, ¿se originó entre ustedes, o más bien solamente llegó a ustedes?
Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que les escribo son mandamientos del Señor;
pero si alguien no quiere reconocerlo, que no lo reconozca.
Así que, hermanos, procuren profetizar, y no impidan que se hable en lenguas extrañas,
siempre y cuando todo se haga decentemente y con orden.