El rey le preguntó: «El joven Absalón, ¿se encuentra bien?» Y el etíope respondió: «¡Que todos los enemigos de Su Majestad, y todos los que se subleven contra Su Majestad y busquen su mal, acaben como ese joven!» El rey se estremeció, y mientras subía a su cuarto, se echó a llorar y decía: «¡Hijo mío, Absalón! ¡Hijo mío, Absalón! ¡Cómo quisiera yo haber muerto en tu lugar, Absalón, hijo mío!»
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