Sucedió que hubo hambre en la tierra, y Abrán descendió a Egipto para vivir allá, pues arreció el hambre en la tierra.
Cuando ya estaba él por entrar en Egipto, le dijo a Saraí, su mujer:
«Mira, yo sé bien que eres una mujer de hermoso aspecto,
así que, cuando los egipcios te vean, dirán: “Esta es su mujer.” Entonces me matarán a mí, y a ti te dejarán con vida.
Por favor, di que eres mi hermana, para que por ti me vaya bien a mí, y por ti también quede yo con vida.»
Y así sucedió. Cuando Abrán entró en Egipto, los egipcios vieron que su mujer era muy hermosa.
También la vieron los príncipes del faraón, y la alabaron ante él, así que la mujer fue llevada a la casa del faraón,
quien por causa de ella trató bien a Abrán, pues le dio ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, asnas y camellos.
Pero el Señor hirió al faraón y a su casa con grandes plagas, también por causa de Saraí, la mujer de Abrán.
Entonces el faraón llamó a Abrán y le dijo:
«¿Qué es lo que me has hecho? ¿Por qué no me aclaraste que ella era tu mujer?
¿Por qué dijiste: “Es mi hermana”? ¡Pude haberla tomado como mi mujer! Así que aquí está tu mujer; tómala, y vete de aquí.»
Entonces el faraón dio órdenes a su gente acerca de Abrán, y ellos lo echaron de allí junto con su mujer y con todo lo que él tenía.