Entonces, del polvo de la tierra Dios el Señor formó al hombre, e infundió en su nariz aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser con vida. Y Dios el Señor plantó un huerto en Edén, al oriente, y allí puso al hombre que había formado. De la tierra, Dios el Señor hizo crecer todo árbol deleitable a la vista y bueno para comer; también estaban en medio del huerto el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. De Edén salía un río que regaba el huerto, y de allí se dividía en otros cuatro ríos. Uno de ellos se llama Pisón, y es el que rodea toda la tierra de Javilá, donde hay oro. El oro de esa tierra es bueno, y allí también hay bedelio y ónice. El segundo río se llama Guijón, y es el que rodea toda la tierra de Cus. El tercer río se llama Hidekel, y es el que corre al oriente de Asiria. El cuarto río es el Éufrates. Dios el Señor tomó al hombre y lo puso en el huerto de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara. Y Dios el Señor dio al hombre la siguiente orden: «Puedes comer de todo árbol del huerto, pero no debes comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque el día que comas de él ciertamente morirás.»
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