En cuanto a tus dos hijos, Efraín y Manasés, que te nacieron en la tierra de Egipto antes de que yo viniera a ti a la tierra de Egipto, son míos; son como mis hijos Rubén y Simeón. Los que engendres después de ellos serán tuyos, pero se les conocerá en sus herencias por el nombre de sus hermanos. Cuando yo venía de Padán, en el camino se me murió Raquel en la tierra de Canaán, como a media legua de distancia en dirección a Efrata; y allí, en el camino de Efrata, que es Belén, la sepulté.» En ese momento vio Israel a los hijos de José, y dijo: «Y estos, ¿quiénes son?» Y José le respondió a su padre: «Son los hijos que Dios me ha dado aquí.» Entonces Israel le dijo: «Por favor, acércalos a mí, para que los bendiga.» Tan pesados tenía Israel los ojos por la vejez, que ya no podía ver. Así que Israel los hizo acercarse a él, y entonces los besó y los abrazó. Y le dijo a José: «Ya no esperaba volver a verte, y sin embargo Dios me ha permitido ver también a tu descendencia.» José sacó a sus hijos de entre sus rodillas, y se inclinó hasta el suelo; luego tomó a los dos y los acercó a su padre. Puso a Efraín a su derecha, que era la izquierda de Israel, y a Manasés a su izquierda, que era la derecha de Israel.
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