Señor de los ejércitos, ¡cuán grato es habitar en tu templo! ¡Mi alma anhela ardientemente estar, Señor, en tus atrios! ¡A ti, Dios de la vida, elevan su canto mi corazón y todo mi ser! Hasta los gorriones y las golondrinas hallan dónde anidar a sus polluelos: ¡cerca de tus altares, Señor de los ejércitos, rey mío y Dios mío! ¡Cuán felices son los que habitan en tu templo! ¡Todo el tiempo te cantan alabanzas! ¡Cuán felices son los que hallan fuerzas en ti, los que ponen su corazón en tus caminos! Cuando cruzan por el valle de las lágrimas, cambian su aridez en un manantial al llenar la lluvia los estanques. Van de victoria en victoria, hasta llegar a verte, oh Dios, en Sión. Señor, Dios de los ejércitos, ¡oye mi oración! Dios de Jacob, ¡escúchame!
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