¡Cuán bueno es alabarte, Señor! Bueno es, Altísimo, cantar salmos a tu nombre, anunciar tu misericordia por la mañana, y tu fidelidad todas las noches, en el decacordio y en el salterio, y con tono suave en el arpa. Tú, Señor, me has alegrado con tus obras; yo me regocijo por las obras de tus manos. Muy grandes son tus obras, Señor, y muy profundos tus pensamientos. La gente necia no lo sabe; la gente insensata no lo entiende: si los impíos brotan como la hierba, y todos los inicuos prosperan, es para ser destruidos para siempre. ¡Pero tú, Señor, por siempre estás en las alturas!
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