y para los muebles y utensilios que harán los artesanos. »¿Quién de ustedes quiere demostrar hoy su amor a Dios, dando una ofrenda para la construcción del templo?» Entonces todos los jefes de Israel y las altas autoridades del reino dieron de buena voluntad las siguientes ofrendas: Ciento sesenta y cinco mil kilos y diez mil monedas de oro, trescientos treinta mil kilos de plata, cerca de seiscientos mil kilos de bronce, tres millones trescientos mil kilos de hierro. Además, los que tenían piedras preciosas se las entregaron a Jehiel, descendiente de Guersón, que era el encargado de la tesorería del templo. El rey David y todo el pueblo estaban muy contentos porque todos dieron con sinceridad. Y aprovechando que tenía al pueblo reunido, David bendijo a Dios con estas palabras: «¡Bendito seas, Dios de Israel; Dios de nuestro antepasado Jacob; bendito seas para siempre! »¡Dios mío, a ti te pertenecen la grandeza y el poder, la gloria, el dominio y la majestad! Porque todo lo que existe es tuyo. ¡Tú reinas sobre todo el mundo! »Tú das las riquezas y el honor, y tú dominas a todas tus criaturas. Tuyos son el poder y la fuerza, y das grandeza y poder a todos. »Por eso es que hoy, Dios nuestro, te damos gracias, y alabamos tu nombre glorioso.
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