Lamentaciones Introducción
Introducción
La ciudad de Jerusalén fue atacada y destruida por el ejército babilonio entre los años 587 y 586 antes de Cristo. Tras la destrucción de Jerusalén, los israelitas fueron capturados y llevados prisioneros a Babilonia. Esta ciudad era la capital del imperio babilónico. Allí pasaron unos cincuenta años, hasta que el rey Ciro de Persia les permitió volver a su país. La terrible destrucción de Jerusalén quedó grabada para siempre en la memoria del pueblo israelita, y el libro de Lamentaciones relata esta gran tragedia.
La profunda tristeza que comunica este libro no logra ocultar la belleza poética de su lenguaje. Tal belleza es aún más evidente en la forma acróstica de los primeros cuatro lamentos, donde el autor ha usado las veintidós consonantes del alfabeto hebreo. Cada letra marca el comienzo de una de las veintidós estrofas. La forma acróstica llega a su máxima expresión en el tercer lamento (capítulo 3), donde las tres líneas poéticas de cada estrofa comienzan con la misma letra.
En esta versión se ha buscado reproducir la forma acróstica de los lamentos, supliendo las veintidós consonantes hebreas por una frase en español de veintidós letras. El lector se dará cuenta de tal intento en los primeros cuatro capítulos, donde podrá leer verticalmente «Pobrecita de ti, Jerusalén» (1; 2; 4) y «Yo soy el Siervo sufriente» (3).
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Lamentaciones Introducción: TLA
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Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
Lamentaciones Introducción
Introducción
La ciudad de Jerusalén fue atacada y destruida por el ejército babilonio entre los años 587 y 586 antes de Cristo. Tras la destrucción de Jerusalén, los israelitas fueron capturados y llevados prisioneros a Babilonia. Esta ciudad era la capital del imperio babilónico. Allí pasaron unos cincuenta años, hasta que el rey Ciro de Persia les permitió volver a su país. La terrible destrucción de Jerusalén quedó grabada para siempre en la memoria del pueblo israelita, y el libro de Lamentaciones relata esta gran tragedia.
La profunda tristeza que comunica este libro no logra ocultar la belleza poética de su lenguaje. Tal belleza es aún más evidente en la forma acróstica de los primeros cuatro lamentos, donde el autor ha usado las veintidós consonantes del alfabeto hebreo. Cada letra marca el comienzo de una de las veintidós estrofas. La forma acróstica llega a su máxima expresión en el tercer lamento (capítulo 3), donde las tres líneas poéticas de cada estrofa comienzan con la misma letra.
En esta versión se ha buscado reproducir la forma acróstica de los lamentos, supliendo las veintidós consonantes hebreas por una frase en español de veintidós letras. El lector se dará cuenta de tal intento en los primeros cuatro capítulos, donde podrá leer verticalmente «Pobrecita de ti, Jerusalén» (1; 2; 4) y «Yo soy el Siervo sufriente» (3).
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