¡La sabiduría está llamando!
¡Gritando está la experiencia!
Se para a la orilla del camino
o a la mitad de la calle,
para que todos puedan verla.
Se para junto a los portones,
a la entrada de la ciudad,
y grita a voz en cuello:
«Gente de todo el mundo,
¡a ustedes estoy llamando!
Jovencitos ignorantes,
muchachitos inexpertos,
¡piensen bien lo que hacen!
Préstenme atención,
pues voy a decirles algo importante;
no me gusta la mentira
ni tampoco la hipocresía,
siempre digo la verdad.
La gente que sabe entender
reconoce que mis palabras
son justas y verdaderas.
No busquen las riquezas,
mejor busquen mis enseñanzas
y adquieran mis conocimientos,
pues son más valiosos
que el oro y la plata.
¡Los más ricos tesoros
no se comparan conmigo!
»Yo soy la sabiduría,
y mi compañera es la experiencia;
siempre pienso antes de actuar.
Los que obedecen a Dios
aborrecen la maldad.
Yo aborrezco a la gente
que es orgullosa y presumida,
que nunca dice la verdad
ni vive como es debido.
Yo tengo en mi poder
el consejo y el buen juicio,
el valor y el entendimiento.
Yo hago que actúen con justicia
reyes, príncipes y gobernantes.
Yo amo a los que me aman,
y me dejo encontrar
por todos los que me buscan.
Mis compañeras son
la riqueza, el honor,
la abundancia y la justicia.
Lo que tengo para ofrecer
vale más que el oro y la plata.
Siempre actúo con justicia,
y lleno de riquezas
a todos los que me aman.
»Dios fue quien me creó.
Me formó desde el principio,
desde antes de crear el mundo.
Aún no había creado nada
cuando me hizo nacer a mí.
Nací cuando aún no había
mares ni manantiales.
Nací mucho antes
de que Dios hiciera
los cerros y las montañas,
la tierra y sus paisajes.
Yo vi cuando Dios puso
el cielo azul sobre los mares;
cuando puso las nubes en el cielo
y cerró las fuentes del gran mar,
cuando les ordenó a las aguas
no salirse de sus límites.
»Cuando Dios afirmó la tierra,
yo estaba allí, a su lado,
como su consejera.
Mi dicha de todos los días
era siempre gozar de su presencia.
El mundo creado por Dios
me llenaba de alegría;
¡la humanidad creada por Dios
me llenaba de felicidad!
»Querido jovencito,
¡escúchame bien!
Dios te bendecirá
si sigues mis consejos.
Acepta mis enseñanzas;
no las rechaces.
¡Piensa con la cabeza!
Si todos los días
vienes a mi casa
y escuchas mis enseñanzas,
Dios te bendecirá.
Los que me encuentran,
encuentran también la vida
y reciben bendiciones de Dios;
pero los que me ofenden
ponen su vida en peligro;
odiarme es amar la muerte».