1 (1b) ¡Con todas las fuerzas de mi ser alabaré a mi Dios! ¡Con todas las fuerzas de mi ser lo alabaré y recordaré todas sus bondades! Mi Dios me perdonó todo el mal que he hecho; me devolvió la salud, me libró de la muerte, ¡me llenó de amor y de ternura! Mi Dios me da siempre todo lo mejor; ¡me hace fuerte como las águilas! Mi Dios es un juez justo que reconoce los derechos de la gente que sufre. A Moisés y a los israelitas les dio a conocer sus planes y lo que esperaba de ellos. Mi Dios es muy tierno y bondadoso; no se enoja fácilmente, y es muy grande su amor. No nos reprende todo el tiempo ni nos guarda rencor para siempre. No nos castigó como merecían nuestros pecados y maldades. Su amor por quienes lo honran es tan grande e inmenso como grande es el universo. Apartó de nosotros los pecados que cometimos del mismo modo que apartó los extremos de la tierra. Con quienes lo honran, Dios es tan tierno como un padre con sus hijos. Bien sabe nuestro Dios cómo somos; ¡bien sabe que somos polvo! Nuestra vida es como la hierba, que pronto se marchita; somos como las flores del campo: crecemos y florecemos, pero tan pronto sopla el viento, dejamos de existir y nadie vuelve a vernos. En cambio, el amor de Dios siempre será el mismo; Dios ama a quienes lo honran, y siempre les hace justicia a sus descendientes, a los que cumplen fielmente su pacto y sus mandamientos. Mi Dios es el rey del cielo; es el dueño de todo lo que existe. Ustedes, sus ángeles poderosos, que cumplen sus mandatos y llevan a cabo sus órdenes, ¡alaben a mi Dios! Y ustedes, sus ejércitos, que están a su servicio y cumplen su voluntad, ¡alaben a mi Dios! Y ustedes, sus criaturas, que llenan todos los rincones de todo lo que existe, ¡alaben a mi Dios!
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