Me libraste de la muerte, me secaste las lágrimas, y no me dejaste caer. Mientras tenga yo vida, siempre te obedeceré. Confío en ti, mi Dios, aunque reconozco que estoy muy afligido. Demasiado pronto he dicho que no hay nadie en quien confiar. ¿Cómo podré, mi Dios, pagarte todas tus bondades? Mostrándome agradecido y orando en tu nombre, y cumpliéndote mis promesas en presencia de tu pueblo. Dios nuestro, a ti te duele ver morir a la gente que te ama. ¡Líbrame de la muerte, pues estoy a tu servicio! Llevaré hasta tu altar una ofrenda de gratitud, y oraré en tu nombre. En los patios de tu templo, en el centro de Jerusalén, y en presencia de todo tu pueblo, te cumpliré mis promesas.
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