Cuando estos dos profetas hayan terminado de anunciar mi verdadero mensaje, el monstruo que sube desde el Abismo profundo peleará contra ellos, y los vencerá y los matará. Sus cuerpos quedarán tirados en la calle principal de la gran ciudad, donde mataron al Señor clavándolo en una cruz. La gente le ha dado a esa ciudad el nombre simbólico de Sodoma, y también la llaman Egipto. Durante tres días y medio, gente de distintos pueblos, razas, idiomas y países verá sus cadáveres, y no dejará que los entierren. Todo el mundo se alegrará de verlos muertos, y se mandarán regalos unos a otros para celebrar su muerte, porque esos dos profetas eran un terrible sufrimiento para aquella gente.
Pero después de esos tres días y medio Dios volvió a darles vida, y ellos se pusieron de pie; y todas las personas que los vieron tuvieron mucho miedo. Entonces los dos profetas oyeron una voz fuerte, que les decía: «¡Suban aquí!»
Ellos subieron al cielo en una nube, a la vista de todos sus enemigos. En ese mismo instante hubo un gran terremoto, que destruyó la décima parte de la ciudad, y siete mil personas murieron. Los sobrevivientes tuvieron mucho miedo y alabaron a Dios, que está en el cielo.
Ese fue el segundo desastre, pero el tercero viene pronto.
El séptimo ángel tocó su trompeta, y en el cielo se oyeron fuertes voces que decían:
«Nuestro Dios y su Mesías
ya gobiernan sobre todo el mundo,
y reinarán para siempre.»
Y los veinticuatro ancianos que están sentados en sus tronos, delante de Dios, se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente y adoraron a Dios, diciendo:
«Señor, Dios todopoderoso,
tú vives y siempre has vivido.
Gracias porque has demostrado
tu gran poder,
y porque has comenzado a reinar
sobre el mundo.
»Los pueblos que no creen en ti,
están enojados,
pero ha llegado el día
en que los castigarás
con todo tu enojo.
»Ese día juzgarás
a todos los que han muerto,
premiarás a los profetas,
tus servidores,
premiarás a todo tu pueblo,
y también a los que te respetan;
no importa si son poderosos,
o humildes;
tú los premiarás.»
Entonces se abrieron las puertas del templo de Dios, que está en el cielo, y dentro del templo podía verse el cofre de su pacto. Y hubo relámpagos, un resonar de truenos, un fuerte temblor de tierra y una gran lluvia de granizo.