En resumen, hermanos, cuando ustedes se reúnan, unos pueden cantar salmos, otros pueden enseñar, o comunicar lo que Dios les haya revelado, o hablar en lenguas extrañas, o interpretarlas. Pero que todo sea para edificación mutua. Y cuando se hable en lenguas extrañas, que lo hagan dos personas, o tres cuando más, y por turno; además, alguien debe interpretar esas lenguas. Pero si no hay nadie que pueda interpretarlas, que estos no hablen en lenguas delante de toda la comunidad, sino en privado y para Dios. Igualmente, si hay profetas, que hablen dos o tres, y que los otros examinen lo que se haya dicho. Pero si Dios le revela algo a otra persona que está allí sentada, entonces el primero debe dejar de hablar. De esta manera todos, cada uno en su turno correspondiente, podrán comunicar mensajes proféticos, para que todos aprendan y se animen. El don de profecía debe estar bajo el control del profeta, porque Dios es Dios de paz y no de confusión.
Siguiendo la práctica general de las comunidades cristianas, las mujeres deben guardar silencio en las reuniones de la iglesia, porque no les está permitido hablar. Deben estar sometidas a sus esposos, como manda la ley. Si quieren saber algo, pregúntenlo a sus esposos en casa; porque no está bien que una mujer hable en las reuniones de la iglesia. Tengan presente que la palabra de Dios no comenzó en ustedes, ni ustedes son los únicos que la han recibido.
Si alguien se cree profeta, o cree estar inspirado por el Espíritu, reconocerá que esto que les estoy escribiendo es un mandato del Señor. Y si no lo reconoce, el Señor tampoco lo reconoce a él.
Así pues, hermanos míos, aspiren al don de profecía, y no prohíban que se hable en lenguas; pero háganlo todo decentemente y con orden.