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Isaías 40:1-17

Isaías 40:1-17 DHH94I

El Dios de ustedes dice: «Consuelen, consuelen a mi pueblo; hablen con cariño a Jerusalén y díganle que su esclavitud ha terminado, que ya ha pagado por sus faltas, que ya ha recibido de mi mano el doble del castigo por todos sus pecados.» Una voz grita: «Preparen al Señor un camino en el desierto, tracen para nuestro Dios una calzada recta en la región estéril. Rellenen todas las cañadas, allanen los cerros y las colinas, conviertan la región quebrada y montañosa en llanura completamente lisa. Entonces mostrará el Señor su gloria, y todos los hombres juntos la verán. El Señor mismo lo ha dicho.» Una voz dice: «Grita», y yo pregunto: «¿Qué debo gritar?» «Que todo hombre es como hierba, ¡tan firme como una flor del campo! La hierba se seca y la flor se marchita cuando el soplo del Señor pasa sobre ellas. Ciertamente la gente es como hierba. La hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece firme para siempre.» Súbete, Sión, a la cumbre de un monte, levanta con fuerza tu voz para anunciar una buena noticia. Levanta sin miedo la voz, Jerusalén, y anuncia a las ciudades de Judá: «¡Aquí está el Dios de ustedes!» Llega ya el Señor con poder, sometiéndolo todo con la fuerza de su brazo. Trae a su pueblo después de haberlo rescatado. Viene como un pastor que cuida su rebaño; levanta los corderos en sus brazos, los lleva junto al pecho y atiende con cuidado a las recién paridas. ¿Quién ha medido el océano con la palma de la mano, o calculado con los dedos la extensión del cielo? ¿Quién ha puesto en una medida todo el polvo de la tierra, o ha pesado en balanza las colinas y montañas? ¿Quién ha corregido al Señor o quién le ha dado instrucciones? ¿Quién le dio consejos y entendimiento? ¿Quién le enseñó a juzgar con rectitud? ¿Quién lo instruyó en la ciencia? ¿Quién le dio lecciones de sabiduría? Para él las naciones son como una gota de agua, como un grano de polvo en la balanza; los países del mar valen lo que un grano de arena. En todo el Líbano no hay animales suficientes para ofrecerle un holocausto, ni leña suficiente para el fuego. Todas las naciones no son nada en su presencia; para él no tienen absolutamente ningún valor.

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