Por eso, escucha ahora esto, mujer amante del lujo, que estás tranquila en tu trono, que piensas en tu interior: “Yo y nadie más que yo; yo no seré viuda ni me quedaré sin hijos.” De repente, en un mismo día, te vendrán ambas desgracias: quedarás viuda y sin hijos, a pesar de tus muchas brujerías y de tus incontables magias. Tú te sentías segura en tu maldad, y pensaste: “Nadie me ve.” Tu sabiduría y tus conocimientos te engañaron. Pensaste en tu interior: “Yo y nadie más que yo.” Pero va a venir la desgracia sobre ti, y no podrás impedirlo con tu magia; caerá sobre ti un desastre que no podrás evitar; una calamidad que no esperabas vendrá de repente sobre ti. Sigue con tus hechicerías y con las muchas brujerías que has practicado desde tu juventud, a ver si te sirven de algo, a ver si logras que la gente te tenga miedo. Has tenido consejeros en abundancia, hasta cansarte. ¡Pues que se presenten tus astrólogos, los que adivinan mirando las estrellas, los que te anuncian el futuro mes por mes, y que traten de salvarte! Pero, mira, son iguales a la paja: el fuego los devora, no pueden salvarse de las llamas. Porque no es un fuego de brasas, para sentarse frente a él y calentarse.
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