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San Lucas 11:37-54

San Lucas 11:37-54 DHH94I

Cuando Jesús dejó de hablar, un fariseo lo invitó a comer en su casa, y Jesús entró y se sentó a la mesa. El fariseo se extrañó al ver que no había cumplido con la ceremonia de lavarse antes de comer. Pero el Señor le dijo: —Ustedes los fariseos limpian por fuera el vaso y el plato, pero por dentro ustedes están llenos de lo que han conseguido por medio del robo y la maldad. ¡Necios! ¿No saben que el que hizo lo de fuera, hizo también lo de dentro? Den ustedes sus limosnas de lo que está dentro, y así todo quedará limpio. »¡Ay de ustedes, fariseos!, que separan para Dios la décima parte de la menta, de la ruda y de toda clase de legumbres, pero no hacen caso de la justicia y el amor a Dios. Esto es lo que deben hacer, sin dejar de hacer lo otro. »¡Ay de ustedes, fariseos!, que quieren tener los asientos de honor en las sinagogas, y que desean que la gente los salude con todo respeto en las calles. »¡Ay de ustedes, que son como sepulcros ocultos a la vista, los cuales la gente pisa sin saberlo! Le contestó entonces uno de los maestros de la ley: —Maestro, al decir esto nos ofendes también a nosotros. Pero Jesús dijo: —¡Ay de ustedes también, maestros de la ley!, que cargan sobre los demás cargas que nadie puede soportar, y ustedes ni siquiera con un dedo quieren tocarlas. »¡Ay de ustedes!, que construyen los sepulcros de los profetas a quienes los antepasados de ustedes mataron. Con eso dan a entender que están de acuerdo con lo que sus antepasados hicieron, pues ellos los mataron y ustedes construyen sus sepulcros. »Por eso, Dios en su sabiduría dijo: “Les mandaré profetas y apóstoles, y matarán a algunos de ellos y perseguirán a otros.” Pues a la gente de hoy Dios le va a pedir cuentas de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde que se hizo el mundo, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, a quien mataron entre el altar y el santuario. Por lo tanto, les digo que Dios pedirá cuentas de la muerte de ellos a la gente de hoy. »¡Ay de ustedes, maestros de la ley!, que se han apoderado de la llave del conocimiento; pero ni ustedes mismos entran ni dejan entrar a los que quieren hacerlo.» Cuando Jesús salió de allí, los maestros de la ley y los fariseos se enojaron mucho, y comenzaron a molestarlo con muchas preguntas, tendiéndole trampas para atraparlo en sus propias palabras.

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