Mi pueblo sigue caminos equivocados por culpa de los profetas que lo engañan, que anuncian paz a quienes les dan de comer pero declaran la guerra a quienes no les llenan la boca. El Señor dice a esos profetas: «No volverán ustedes a tener visiones proféticas en la noche ni a predecir el futuro en la oscuridad.» El sol se pondrá para esos profetas, y el día se les oscurecerá. Esos videntes y adivinos quedarán en completo ridículo. Todos ellos se quedarán callados al no recibir respuesta de Dios. En cambio, a mí, el espíritu del Señor me llena de fuerza, justicia y valor, para echarle en cara a Israel su rebeldía y su pecado. Escuchen esto ahora, gobernantes y jefes de Israel, ustedes que odian la justicia y tuercen todo lo que está derecho, que construyen Jerusalén, la ciudad del monte Sión, sobre la base del crimen y la injusticia. Los jueces de la ciudad se dejan sobornar, los sacerdotes enseñan solo por dinero y los profetas venden sus predicciones alegando que el Señor los apoya, y diciendo: «El Señor está con nosotros; nada malo nos puede suceder.» Por lo tanto, por culpa de ustedes, Jerusalén, la ciudad del monte Sión, va a quedar convertida en barbecho, en un montón de ruinas, y el monte del templo se cubrirá de maleza.
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