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Salmos 104:1-18

Salmos 104:1-18 DHH94I

¡Bendeciré al Señor con toda mi alma! ¡Cuán grande eres, Señor y Dios mío! Te has vestido de gloria y esplendor; te has envuelto en un manto de luz. ¡Tú extendiste el cielo como un velo! ¡Tú afirmaste sobre el agua los pilares de tu casa, allá en lo alto! Conviertes las nubes en tu carro; ¡viajas sobre las alas del viento! Los vientos son tus mensajeros, y las llamas de fuego tus servidores. Pusiste la tierra sobre sus bases para que nunca se mueva de su lugar. El mar profundo cubría la tierra como si fuera un vestido. El agua cubría las montañas. Pero tú la reprendiste, y se fue; huyó de prisa al escuchar tu voz de trueno. Subiendo a los montes y bajando a los valles, se fue al lugar que le habías señalado, al límite que le ordenaste no cruzar, para que no volviera a cubrir la tierra. Tú envías el agua de los manantiales a los ríos que corren por las montañas. De esa agua beben los animales salvajes; con ella apagan su sed los asnos del monte. A la orilla de los ríos anidan las aves del cielo; ¡allí cantan, entre las ramas de los árboles! Tú eres quien riega los montes desde tu casa, allá en lo alto; con los torrentes del cielo satisfaces a la tierra. Haces crecer los pastos para los animales, y las plantas que el hombre cultiva para sacar su pan de la tierra, el pan que le da fuerzas, y el vino, que alegra su vida y hace brillar su cara más que el aceite. Sacian su sed los árboles, los cedros del Líbano que el Señor plantó. En ellos anidan las aves más pequeñas, y en los pinos viven las cigüeñas. Los montes altos son para las cabras, y en las peñas se esconden los tejones.