Subid al monte, traed madera y reedificad el templo, para que me agrade de él y yo sea glorificado —dice el SEÑOR. Esperáis mucho, pero he aquí, hay poco; y lo que traéis a casa, yo lo aviento. ¿Por qué? —declara el SEÑOR de los ejércitos—. Por causa de mi casa que está desolada, mientras cada uno de vosotros corre a su casa. Por tanto, por causa vuestra, los cielos han retenido su rocío y la tierra ha retenido su fruto. Y llamé a la sequía sobre la tierra, sobre los montes, sobre el trigo, sobre el mosto, sobre el aceite, sobre lo que produce la tierra, sobre los hombres, sobre el ganado y sobre todo el trabajo de vuestras manos.
Y Zorobabel, hijo de Salatiel, el sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, y todo el remanente del pueblo, obedecieron la voz del SEÑOR su Dios y las palabras del profeta Hageo, como el SEÑOR su Dios le había mandado. Y temió el pueblo delante del SEÑOR. Entonces Hageo, mensajero del SEÑOR, por mandato del SEÑOR, habló al pueblo, diciendo: Yo estoy con vosotros —declara el SEÑOR. Y despertó el SEÑOR el espíritu de Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu del sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, y el espíritu de todo el remanente del pueblo. Y vinieron y comenzaron la obra en la casa del SEÑOR de los ejércitos, su Dios, el día veinticuatro del mes sexto, en el año segundo del rey Darío.