¶Oíd la palabra del SEÑOR,
gobernantes de Sodoma;
escuchad la instrucción de nuestro Dios,
pueblo de Gomorra:
¿Qué es para mí la abundancia de vuestros sacrificios?
—dice el SEÑOR.
Harto estoy de holocaustos de carneros,
y de sebo de ganado cebado;
y la sangre de novillos, corderos y machos cabríos no me complace.
Cuando venís a presentaros delante de mí,
¿quién demanda esto de vosotros, de que pisoteéis mis atrios?
No traigáis más vuestras vanas ofrendas,
el incienso me es abominación.
Luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas:
¡no tolero iniquidad y asamblea solemne!
Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas señaladas las aborrece mi alma;
se han vuelto una carga para mí,
estoy cansado de soportarlas.
Y cuando extendáis vuestras manos,
esconderé mis ojos de vosotros;
sí, aunque multipliquéis las oraciones,
no escucharé.
Vuestras manos están llenas de sangre.
¶Lavaos, limpiaos,
quitad la maldad de vuestras obras de delante de mis ojos;
cesad de hacer el mal,
aprended a hacer el bien,
buscad la justicia,
reprended al opresor,
defended al huérfano,
abogad por la viuda.
¶Venid ahora, y razonemos
—dice el SEÑOR—
aunque vuestros pecados sean como la grana,
como la nieve serán emblanquecidos;
aunque sean rojos como el carmesí,
como blanca lana quedarán.
Si queréis y obedecéis,
comeréis lo mejor de la tierra;
pero si rehusáis y os rebeláis,
por la espada seréis devorados.
Ciertamente, la boca del SEÑOR ha hablado.