El justo perece, y no hay quien se preocupe;
los hombres piadosos son arrebatados, sin que nadie comprenda
que ante el mal es arrebatado el justo,
y entra en la paz.
Descansan en sus lechos,
los que andan en su camino recto.
Mas vosotros venid acá, hijos de hechicera,
descendientes de adúltero y ramera.
¿De quién os burláis?
¿Contra quién abrís la boca
y sacáis la lengua?
¿No sois vosotros hijos de rebeldía,
descendientes de la mentira;
que ardéis con pasión entre los robles,
bajo todo árbol frondoso;
que sacrificáis los hijos en las quebradas,
debajo de las hendiduras de las peñas?
Entre las piedras lisas de la quebrada
está tu parte; ellas, ellas son tu suerte;
también para ellas has derramado libación,
has ofrecido ofrenda de cereal.
¿He de aplacarme con estas cosas?
Sobre un monte alto y encumbrado
has puesto tu cama;
allí también subiste a ofrecer sacrificio.
Y detrás de la puerta y del umbral
has puesto tu señal.
En verdad, bien lejos de mí te has descubierto,
y has subido y ensanchado tu cama;
de ellos has logrado pacto a tu favor,
has amado su cama,
has contemplado su virilidad.
Has ido al rey con ungüento,
y has multiplicado tus perfumes;
has enviado tus emisarios a gran distancia,
y los has hecho descender al Seol.
Te cansaste por lo largo de tu camino,
pero no dijiste: «No hay esperanza».
Hallaste nuevas fuerzas,
por eso no desfalleciste.
¶¿Y de quién te asustaste y tuviste miedo,
cuando mentiste y no te acordaste de mí,
ni pensaste en ello?
¿No es acaso porque he guardado silencio por mucho tiempo
que no me temes?
Yo declararé tu justicia y tus hechos,
pero de nada te aprovecharán.
Cuando clames, que tus ídolos te libren;
pero a todos se los llevará el viento,
un soplo los arrebatará.
Pero el que en mí se refugie, heredará la tierra,
y poseerá mi santo monte.
¶Y se dirá:
Construid, construid, preparad el camino,
quitad los obstáculos del camino de mi pueblo.
Porque así dice el Alto y Sublime
que vive para siempre, cuyo nombre es Santo:
Habito en lo alto y santo,
y también con el contrito y humilde de espíritu,
para vivificar el espíritu de los humildes
y para vivificar el corazón de los contritos.
Porque no contenderé para siempre,
ni estaré siempre enojado,
pues el espíritu desfallecería ante mí,
y el aliento de los que yo he creado.
A causa de la iniquidad de su codicia, me enojé y lo herí;
escondí mi rostro y me indigné,
y él siguió desviándose por el camino de su corazón.
He visto sus caminos, pero lo sanaré;
lo guiaré y le daré consuelo a él y a los que con él lloran,
poniendo alabanza en los labios.
Paz, paz al que está lejos y al que está cerca
—dice el SEÑOR— y yo lo sanaré.
Pero los impíos son como el mar agitado,
que no puede estar quieto,
y sus aguas arrojan cieno y lodo.
No hay paz —dice mi Dios— para los impíos.