El destructor ha subido contra ti.
Monta guardia en la fortaleza,
vigila el camino;
fortalece tus lomos,
refuerza más tu poder.
Porque el SEÑOR restaurará la gloria de Jacob
como la gloria de Israel,
aunque devastadores los han devastado
y destruido sus sarmientos.
¶El escudo de los valientes es rojo,
los guerreros están vestidos de escarlata,
y de acero centelleante los carros
cuando están en formación,
y se blanden las lanzas de ciprés.
Por las calles corren furiosos los carros,
se precipitan por las plazas,
su aspecto es semejante a antorchas,
como relámpagos se lanzan.
Se acuerda él de sus nobles
que tropiezan en su marcha,
se apresuran a su muralla,
y es preparada la defensa.
Las compuertas de los ríos se abren,
y el palacio se llena de terror.
Está decretado:
la reina es despojada y deportada,
y sus sirvientas gimen como palomas,
golpeándose el pecho.
¶Aunque Nínive era como estanque de aguas desde la antigüedad;
ahora ellos huyen.
¡Deteneos! ¡Deteneos!
Pero nadie se vuelve.
¡Saquead la plata!
¡Saquead el oro!
No hay límite a los tesoros,
a las riquezas de toda clase de objetos codiciables.
¡Vacía está! Sí, desolada y desierta.
Los corazones se derriten y las rodillas tiemblan;
hay también angustia en todo el cuerpo,
y los rostros de todos han palidecido.
¿Dónde está la guarida de los leones
y el lugar donde comen los leoncillos,
donde andaban el león, la leona y su cachorro,
sin que nada los asustara?
El león desgarraba lo suficiente para sus cachorros,
mataba para sus leonas,
llenaba de presa sus guaridas
y de carne desgarrada sus cubiles.
Heme aquí contra ti —declara el SEÑOR de los ejércitos. Quemaré y reduciré a humo tus carros, la espada devorará tus leoncillos, arrancaré de la tierra tu presa, y no se oirá más la voz de tus mensajeros.