Oh SEÑOR, escucha mi oración, y llegue a ti mi clamor. No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia; inclina hacia mí tu oído; el día en que te invoco, respóndeme pronto. Porque mis días han sido consumidos en humo, y como brasero han sido quemados mis huesos. Mi corazón ha sido herido como la hierba y se ha secado, y hasta me olvido de comer mi pan. A causa de la intensidad de mi gemido mis huesos se pegan a la piel. Me parezco al pelícano del desierto; como el búho de las soledades he llegado a ser. No puedo dormir; soy cual pájaro solitario sobre un tejado. ¶Mis enemigos me han afrentado todo el día; los que me escarnecen han usado mi nombre como maldición. Porque cenizas he comido por pan, y con lágrimas he mezclado mi bebida, a causa de tu indignación y de tu enojo; pues tú me has levantado y me has rechazado. Mis días son como sombra que se alarga; y yo me seco como la hierba. ¶Mas tú, SEÑOR, permaneces para siempre, y tu nombre por todas las generaciones. Tú te levantarás y tendrás compasión de Sión, porque es tiempo de apiadarse de ella, pues ha llegado la hora. Ciertamente tus siervos se deleitan en sus piedras, y se apiadan de su polvo.
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