¶Favorece a tu siervo, para que viva y guarde tu palabra. Abre mis ojos, para que vea las maravillas de tu ley. Peregrino soy en la tierra, no escondas de mí tus mandamientos. Quebrantada está mi alma anhelando tus ordenanzas en todo tiempo. Tú reprendes a los soberbios, los malditos, que se desvían de tus mandamientos. Quita de mí el oprobio y el desprecio, porque yo guardo tus testimonios. Aunque los príncipes se sienten y hablen contra mí, tu siervo medita en tus estatutos. También tus testimonios son mi deleite; ellos son mis consejeros.
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