Mas a su pueblo lo sacó como a ovejas,
como a rebaño los condujo en el desierto;
los guió con seguridad, de modo que no temieron,
pero el mar se tragó a sus enemigos.
¶Los trajo, pues, a su tierra santa,
a esta tierra montañosa que su diestra había adquirido.
Y expulsó a las naciones de delante de ellos;
las repartió con medida por herencia,
e hizo habitar en sus tiendas a las tribus de Israel.
Empero ellos tentaron y provocaron al Dios Altísimo,
y no guardaron sus testimonios,
sino que se volvieron atrás y fueron desleales como sus padres;
se desviaron como arco engañoso.
Pues le provocaron con sus lugares altos,
y despertaron sus celos con sus imágenes talladas.
Al oírlo Dios, se indignó,
y aborreció a Israel en gran manera.
Abandonó la morada en Silo,
la tienda que había levantado entre los hombres,
y entregó al cautiverio su poderío,
y su gloria en manos del adversario.
Entregó también su pueblo a la espada,
y se indignó contra su heredad.
El fuego consumió a sus jóvenes,
y no tuvieron canciones de bodas sus doncellas.
Sus sacerdotes cayeron a espada,
y sus viudas no pudieron llorar.
¶Entonces despertó el Señor como de un sueño,
como guerrero vencido por el vino,
e hizo retroceder a sus adversarios,
poniendo sobre ellos una afrenta perpetua.
Desechó también la tienda de José,
y no escogió a la tribu de Efraín,
sino que escogió a la tribu de Judá,
al monte Sión que Él amaba.
Y edificó su santuario como las alturas,
como la tierra que ha fundado para siempre.
Escogió también a David su siervo,
lo tomó de entre los apriscos de las ovejas;
lo trajo de cuidar las ovejas con sus corderitos,
para pastorear a Jacob, su pueblo,
y a Israel, su heredad.
Y él los pastoreó según la integridad de su corazón,
y los guió con la destreza de sus manos.