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2 Crónicas 7:1-16

2 Crónicas 7:1-16 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

En cuanto Salomón terminó de orar, cayó fuego del cielo y quemó por completo las ofrendas y los sacrificios. Luego, la presencia misma de Dios llenó el templo, y por eso los sacerdotes ya no pudieron entrar en él. Cuando todos los israelitas vieron descender el fuego y la presencia de Dios sobre el templo, se arrodillaron y se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente; y adoraron a Dios y le dieron gracias, diciendo una y otra vez: «Dios es bueno, y nunca deja de amarnos». Después, el rey, junto con todo el pueblo, dedicó el templo a Dios, y sacrificó en su honor veintidós mil toros y ciento veinte mil ovejas. Todo el pueblo estaba de pie. Los sacerdotes estaban en sus lugares y tocaban las trompetas; los levitas tocaban los instrumentos musicales que David había fabricado para dar gracias a Dios, y cantaban el canto que dice: «Dios nunca deja de amarnos». Salomón dedicó a Dios el centro del patio que está frente al templo, porque allí ofreció los sacrificios para pedir el perdón de Dios. No los pudo presentar en el altar de bronce que había mandado hacer, pues no cabían allí. En esa ocasión, Salomón celebró delante de Dios la fiesta de las enramadas, y una gran cantidad de israelitas de todas partes del país asistió a la fiesta. En total la celebración duró catorce días; siete para la dedicación del altar, y siete para la fiesta de las enramadas. Al final celebraron un culto especial de adoración. El día veintitrés del mes de Etanim, el rey despidió al pueblo. Ellos se fueron a sus casas muy contentos por todo lo bueno que Dios había sido con su servidor David, con Salomón y con su pueblo Israel. Cuando Salomón terminó exitosamente todo lo que había planeado hacer en el templo de Dios y en su palacio, Dios se le apareció una noche y le dijo

2 Crónicas 7:1-16 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria de Jehová llenó la casa. Y no podían entrar los sacerdotes en la casa de Jehová, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová. Cuando vieron todos los hijos de Israel descender el fuego y la gloria de Jehová sobre la casa, se postraron sobre sus rostros en el pavimento y adoraron, y alabaron a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, y su misericordia es para siempre. Entonces el rey y todo el pueblo sacrificaron víctimas delante de Jehová. Y ofreció el rey Salomón en sacrificio veintidós mil bueyes, y ciento veinte mil ovejas; y así dedicaron la casa de Dios el rey y todo el pueblo. Y los sacerdotes desempeñaban su ministerio; también los levitas, con los instrumentos de música de Jehová, los cuales había hecho el rey David para alabar a Jehová porque su misericordia es para siempre, cuando David alababa por medio de ellos. Asimismo los sacerdotes tocaban trompetas delante de ellos, y todo Israel estaba en pie. También Salomón consagró la parte central del atrio que estaba delante de la casa de Jehová, por cuanto había ofrecido allí los holocaustos, y la grosura de las ofrendas de paz; porque en el altar de bronce que Salomón había hecho no podían caber los holocaustos, las ofrendas y las grosuras. Entonces hizo Salomón fiesta siete días, y con él todo Israel, una gran congregación, desde la entrada de Hamat hasta el arroyo de Egipto. Al octavo día hicieron solemne asamblea, porque habían hecho la dedicación del altar en siete días, y habían celebrado la fiesta solemne por siete días. Y a los veintitrés días del mes séptimo envió al pueblo a sus hogares, alegres y gozosos de corazón por los beneficios que Jehová había hecho a David y a Salomón, y a su pueblo Israel. Terminó, pues, Salomón la casa de Jehová, y la casa del rey; y todo lo que Salomón se propuso hacer en la casa de Jehová, y en su propia casa, fue prosperado. Y apareció Jehová a Salomón de noche, y le dijo: Yo he oído tu oración, y he elegido para mí este lugar por casa de sacrificio. Si yo cerrare los cielos para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta que consuma la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo; si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. Ahora estarán abiertos mis ojos y atentos mis oídos a la oración en este lugar; porque ahora he elegido y santificado esta casa, para que esté en ella mi nombre para siempre; y mis ojos y mi corazón estarán ahí para siempre.

2 Crónicas 7:1-16 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Cuando Salomón terminó de orar, cayó fuego del cielo que consumió los sacrificios y las ofrendas quemadas, y la gloriosa presencia del SEÑOR llenó el templo. Los sacerdotes no podían entrar en el templo del SEÑOR porque la gloriosa presencia del SEÑOR lo llenaba. Cuando todos los israelitas vieron que el fuego descendía y que la gloriosa presencia del SEÑOR llenaba el templo, cayeron postrados rostro en tierra y adoraron y alabaron al SEÑOR diciendo: «¡Él es bueno! ¡Su fiel amor perdura para siempre!». Luego el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios al SEÑOR. El rey Salomón ofreció un sacrificio de veintidós mil cabezas de ganado y ciento veinte mil ovejas y cabras. Así el rey y todo el pueblo dedicaron el templo de Dios. Los sacerdotes ocuparon sus puestos asignados al igual que los levitas, quienes cantaban: «¡Su fiel amor perdura para siempre!». Acompañaban el canto con la música de los instrumentos que el rey David había hecho para alabar al SEÑOR. Enfrente de los levitas, los sacerdotes hacían sonar las trompetas mientras todo Israel estaba de pie. Luego Salomón consagró la parte central del atrio que está delante del templo del SEÑOR. Allí presentó las ofrendas quemadas y la grasa de las ofrendas de paz, porque el altar de bronce que había construido no alcanzaba para tantas ofrendas quemadas, ofrendas de grano y la grasa de los sacrificios. Durante los siete días siguientes, Salomón y todo Israel celebraron el Festival de las Enramadas. Se había reunido una gran multitud desde lugares tan lejanos como Lebo-hamat, en el norte, y el arroyo de Egipto, en el sur. Al octavo día hicieron la ceremonia de clausura, porque habían celebrado la dedicación del altar durante siete días y el Festival de las Enramadas también por siete días. Luego, al final de la celebración, Salomón despidió al pueblo. Todos estaban llenos de alegría y muy contentos porque el SEÑOR había sido bueno con David, con Salomón y con su pueblo Israel. SEÑOR Así que Salomón terminó de construir el templo del SEÑOR y también el palacio real. Llevó a cabo todo lo que había pensado hacer en la construcción del templo y del palacio. Luego una noche el SEÑOR se le apareció a Salomón y le dijo: «He oído tu oración y he elegido este templo como el lugar para que se realicen sacrificios. Puede ser que a veces yo cierre los cielos para que no llueva o mande langostas para que devoren las cosechas o envíe plagas entre ustedes; pero si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, busca mi rostro y se aparta de su conducta perversa, yo oiré desde el cielo, perdonaré sus pecados y restauraré su tierra. Mis ojos estarán abiertos y mis oídos atentos a cada oración que se eleve en este lugar. Pues he elegido este templo y lo he apartado para que sea santo, un lugar donde mi nombre será honrado para siempre. Lo vigilaré sin cesar, porque es muy preciado a mi corazón.

2 Crónicas 7:1-16 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Cuando Salomón terminó de orar, descendió fuego del cielo y consumió el holocausto y los sacrificios, y la gloria del SEÑOR llenó el Templo. Tan lleno de su gloria estaba el Templo del SEÑOR que los sacerdotes no podían entrar en él. Al ver los israelitas que el fuego descendía y que la gloria del SEÑOR se posaba sobre el Templo, cayeron de rodillas al piso y, postrándose rostro en tierra, alabaron al SEÑOR diciendo: «Él es bueno; su gran amor perdura para siempre». Entonces el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios en presencia del SEÑOR. El rey Salomón ofreció veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas. Así fue como el rey y todo el pueblo dedicaron el Templo de Dios. Los sacerdotes estaban de pie en sus puestos. Los levitas tocaban los instrumentos musicales que el rey David había hecho para alabar al SEÑOR y con los cuales cantaba: «Su gran amor perdura para siempre». Los sacerdotes tocaban las trompetas frente a los levitas y todo Israel permanecía de pie. Salomón también consagró la parte central del atrio, que está frente al Templo del SEÑOR, y allí presentó los holocaustos y la grasa de los sacrificios de comunión, ya que en el altar de bronce que hizo Salomón no había espacio para los holocaustos, la grasa y las ofrendas de cereales. En aquella ocasión Salomón y todo Israel celebraron la fiesta durante siete días. Era una asamblea inmensa a la que llegó gente de todas partes, desde Lebó Jamat hasta el torrente de Egipto. Al octavo día tuvieron una asamblea solemne, porque habían celebrado la dedicación del altar durante siete días, y la fiesta durante siete días más. El día veintitrés del mes séptimo, Salomón envió al pueblo a sus hogares. Regresaron contentos y llenos de alegría por el bien que el SEÑOR había hecho en favor de David, de Salomón y de su pueblo Israel. Cuando Salomón terminó el Templo del SEÑOR y el palacio real, llevando a feliz término todo lo que se había propuesto hacer en ellos, el SEÑOR se le apareció una noche y le dijo: «He escuchado tu oración, y he escogido este lugar como Templo para que me ofrezcan sacrificios. »Cuando yo cierre los cielos para que no llueva, o le ordene a la langosta que devore la tierra, o envíe plaga sobre mi pueblo, si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra. Mantendré abiertos mis ojos y atentos mis oídos a las oraciones que se eleven en este lugar. Desde ahora y para siempre escojo y consagro este templo para que mi Nombre esté en él para siempre. Mis ojos y mi corazón siempre estarán allí.

2 Crónicas 7:1-16 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Cuando Salomón terminó de orar, de los cielos descendió fuego y consumió el holocausto y las víctimas, y la gloria del Señor llenó el templo. Los sacerdotes no podían entrar en el templo del Señor, porque su gloria había llenado el templo. Y cuando todos los israelitas vieron descender sobre el templo el fuego y la gloria del Señor, se postraron rostro a tierra en el suelo, y adoraron y alabaron al Señor. Decían: «¡Ciertamente, el Señor es bueno, y su misericordia es eterna!» El rey Salomón y todo el pueblo sacrificaron víctimas delante del Señor. El rey ofreció en sacrificio veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas, y así el rey y todo el pueblo dedicaron el templo de Dios. Los sacerdotes y los levitas desempeñaban su ministerio con los instrumentos musicales que el rey David había hecho para alabar al Señor, y que tocaba cuando alababa con ellos al Señor, porque su misericordia es eterna. También los sacerdotes tocaban trompetas delante de ellos, mientras todo Israel estaba de pie. Salomón consagró también la parte central del atrio que estaba delante del templo del Señor, porque allí había ofrecido los holocaustos y la grasa de las ofrendas de paz, pues en el altar de bronce que Salomón había hecho no cabían los holocaustos, ni las ofrendas ni las grasas. Durante siete días Salomón hizo fiesta, y con él todo Israel. La congregación era tan grande que iba desde la entrada de Jamat hasta el arroyo de Egipto. Al octavo día celebraron una asamblea solemne, pues durante siete días habían celebrado la dedicación del altar, y durante siete días más habían celebrado la fiesta solemne. El día veintitrés del mes séptimo Salomón envió al pueblo a sus hogares. Iban con el corazón alegre y gozoso por los beneficios que el Señor había hecho a David y a Salomón, y a su pueblo Israel. Salomón terminó de construir el templo del Señor y el palacio real, y todo lo que se propuso hacer en el templo del Señor y en su propia casa resultó un éxito. Entonces, una noche el Señor se le apareció a Salomón y le dijo: «He escuchado tu oración, y he elegido este templo como el lugar en que se ofrecerán sacrificios. Si yo llego a cerrar los cielos para que no haya lluvia, y si mando a la langosta a consumir la tierra, o si envío peste contra mi pueblo, si mi pueblo, sobre el cual se invoca mi nombre, se humilla y ora, y busca mi rostro, y se aparta de sus malos caminos, yo lo escucharé desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra. »Mis ojos van a estar abiertos, y mis oídos van a estar atentos a la oración que se haga en este lugar. Yo he elegido y santificado esta casa, para que en ella esté mi nombre siempre. Mis ojos y mi corazón estarán aquí siempre.

2 Crónicas 7:1-16 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Cuando Salomón terminó esta oración, cayó fuego del cielo y consumió el holocausto y los sacrificios, y la gloria del Señor llenó el templo, de modo que por eso los sacerdotes no podían entrar en él. Al ver todos los israelitas el fuego y la gloria del Señor que bajaban sobre el templo, se arrodillaron e inclinaron hasta tocar el suelo del enlosado con la frente, y adoraron y dieron gracias al Señor, repitiendo: «Porque él es bueno, porque su amor es eterno.» Después de esto, el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios al Señor. Y el rey Salomón ofreció en sacrificio veintidós mil toros y ciento veinte mil ovejas. Así fue como el rey y todo Israel consagraron el templo de Dios. Los sacerdotes se mantenían en sus puestos, y también los levitas, con los instrumentos de música sagrada que el rey había hecho para acompañar el canto que dice: «Porque su amor es eterno», cuando David cantaba con ellos. Y los sacerdotes tocaban frente a ellos las trompetas, mientras todo Israel estaba de pie. Salomón consagró también el centro del atrio que está frente al templo del Señor, pues allí ofreció los holocaustos y la grasa de los sacrificios de reconciliación, porque en el altar de bronce que él había construido no cabían los holocaustos, las ofrendas de cereales y la grasa. En dicha ocasión, Salomón y todo Israel, una gran muchedumbre que había venido desde la entrada de Hamat hasta el arroyo de Egipto, celebraron la fiesta de las Enramadas. Al día siguiente tuvieron una fiesta solemne, porque durante siete días habían celebrado la consagración del altar y durante otros siete días la fiesta de las Enramadas. El día veintitrés del séptimo mes, el rey despidió al pueblo para que se fueran a sus casas alegres y satisfechos por el bien que el Señor había hecho a David, a Salomón y a su pueblo Israel. Cuando Salomón terminó con éxito el templo del Señor, el palacio real y todo lo que se propuso hacer en ellos, se le apareció de noche el Señor y le dijo: «He escuchado tu oración, y he escogido este sitio como templo para los sacrificios. Así que, si mando una sequía y hago que no llueva, u ordeno a las langostas que destruyan los campos, o envío una peste sobre mi pueblo, y si mi pueblo, el pueblo que lleva mi nombre, se humilla, ora, me busca y deja su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré sus pecados y devolveré la prosperidad a su país. De ahora en adelante escucharé con atención las oraciones que se hagan en este lugar, porque he escogido y consagrado este templo como residencia perpetua de mi nombre. Siempre lo cuidaré y lo tendré presente.

2 Crónicas 7:1-16 La Biblia de las Américas (LBLA)

Y cuando Salomón terminó de orar, descendió fuego desde el cielo y consumió el holocausto y los sacrificios, y la gloria del SEÑOR llenó la casa. Los sacerdotes no podían entrar en la casa del SEÑOR, porque la gloria del SEÑOR llenaba la casa del SEÑOR. Y todos los hijos de Israel, viendo descender el fuego y la gloria del SEÑOR sobre la casa, se postraron rostro en tierra sobre el pavimento y adoraron y alabaron al SEÑOR, diciendo: Ciertamente Él es bueno; ciertamente su misericordia es para siempre. Entonces el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificio delante del SEÑOR. Y el rey Salomón ofreció un sacrificio de veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas. Así dedicaron la casa de Dios, el rey y todo el pueblo. Los sacerdotes estaban en sus debidos lugares, también los levitas con los instrumentos de música para el SEÑOR, los cuales había hecho el rey David para alabar al SEÑOR (porque para siempre es su misericordia), cuando David ofrecía alabanza por medio de ellos. Los sacerdotes tocaban trompetas frente a ellos, y todo Israel estaba de pie. Salomón consagró también la parte central del atrio que estaba delante de la casa del SEÑOR, pues allí había ofrecido los holocaustos y la grosura de las ofrendas de paz, porque el altar de bronce que Salomón había hecho no podía contener el holocausto, la ofrenda de cereal y la grosura. Salomón celebró la fiesta en aquella ocasión por siete días, y todo Israel con él, una asamblea muy grande, que vinieron desde la entrada de Hamat hasta el torrente de Egipto. Y al octavo día tuvieron una asamblea solemne; porque habían celebrado la dedicación del altar por siete días y la fiesta por siete días. Entonces, el día veintitrés del mes séptimo, Salomón envió al pueblo a sus tiendas, gozosos y alegres de corazón por el bien que el SEÑOR había mostrado a David, a Salomón y a su pueblo Israel. Así acabó Salomón la casa del SEÑOR y el palacio del rey, y llevó a cabo todo lo que se había propuesto hacer en la casa del SEÑOR y en su palacio. Y el SEÑOR se apareció a Salomón de noche y le dijo: He oído tu oración, y he escogido para mí este lugar como casa de sacrificio. Si cierro los cielos para que no haya lluvia, o si mando la langosta a devorar la tierra, o si envío la pestilencia entre mi pueblo, y se humilla mi pueblo sobre el cual es invocado mi nombre, y oran, buscan mi rostro y se vuelven de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra. Ahora mis ojos estarán abiertos y mis oídos atentos a la oración que se haga en este lugar, pues ahora he escogido y consagrado esta casa para que mi nombre esté allí para siempre, y mis ojos y mi corazón estarán allí todos los días.