2 Reyes 6:1-25
2 Reyes 6:1-25 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)
Los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar en que moramos contigo nos es estrecho. Vamos ahora al Jordán, y tomemos de allí cada uno una viga, y hagamos allí lugar en que habitemos. Y él dijo: Andad. Y dijo uno: Te rogamos que vengas con tus siervos. Y él respondió: Yo iré. Se fue, pues, con ellos; y cuando llegaron al Jordán, cortaron la madera. Y aconteció que mientras uno derribaba un árbol, se le cayó el hacha en el agua; y gritó diciendo: ¡Ah, señor mío, era prestada! El varón de Dios preguntó: ¿Dónde cayó? Y él le mostró el lugar. Entonces cortó él un palo, y lo echó allí; e hizo flotar el hierro. Y dijo: Tómalo. Y él extendió la mano, y lo tomó. Tenía el rey de Siria guerra contra Israel, y consultando con sus siervos, dijo: En tal y tal lugar estará mi campamento. Y el varón de Dios envió a decir al rey de Israel: Mira que no pases por tal lugar, porque los sirios van allí. Entonces el rey de Israel envió a aquel lugar que el varón de Dios había dicho; y así lo hizo una y otra vez con el fin de cuidarse. Y el corazón del rey de Siria se turbó por esto; y llamando a sus siervos, les dijo: ¿No me declararéis vosotros quién de los nuestros es del rey de Israel? Entonces uno de los siervos dijo: No, rey señor mío, sino que el profeta Eliseo está en Israel, el cual declara al rey de Israel las palabras que tú hablas en tu cámara más secreta. Y él dijo: Id, y mirad dónde está, para que yo envíe a prenderlo. Y le fue dicho: He aquí que él está en Dotán. Entonces envió el rey allá gente de a caballo, y carros, y un gran ejército, los cuales vinieron de noche, y sitiaron la ciudad. Y se levantó de mañana y salió el que servía al varón de Dios, y he aquí el ejército que tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿qué haremos? Él le dijo: No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos. Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo. Y luego que los sirios descendieron a él, oró Eliseo a Jehová, y dijo: Te ruego que hieras con ceguera a esta gente. Y los hirió con ceguera, conforme a la petición de Eliseo. Después les dijo Eliseo: No es este el camino, ni es esta la ciudad; seguidme, y yo os guiaré al hombre que buscáis. Y los guio a Samaria. Y cuando llegaron a Samaria, dijo Eliseo: Jehová, abre los ojos de estos, para que vean. Y Jehová abrió sus ojos, y miraron, y se hallaban en medio de Samaria. Cuando el rey de Israel los hubo visto, dijo a Eliseo: ¿Los mataré, padre mío? Él le respondió: No los mates. ¿Matarías tú a los que tomaste cautivos con tu espada y con tu arco? Pon delante de ellos pan y agua, para que coman y beban, y vuelvan a sus señores. Entonces se les preparó una gran comida; y cuando habían comido y bebido, los envió, y ellos se volvieron a su señor. Y nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel. Después de esto aconteció que Ben-adad rey de Siria reunió todo su ejército, y subió y sitió a Samaria. Y hubo gran hambre en Samaria, a consecuencia de aquel sitio; tanto que la cabeza de un asno se vendía por ochenta piezas de plata, y la cuarta parte de un cab de estiércol de palomas por cinco piezas de plata.
2 Reyes 6:1-25 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)
Un día, los miembros de la comunidad de los profetas dijeron a Eliseo: —Como puede ver, el lugar donde ahora vivimos con usted nos resulta pequeño. Es mejor que vayamos al Jordán. Allí podremos conseguir madera y construir un albergue. —Bien, vayan —respondió Eliseo. Pero uno de ellos le pidió: —Acompañe usted, por favor, a sus servidores. Eliseo consintió en acompañarlos y cuando llegaron al Jordán empezaron a cortar árboles. De pronto, al cortar un tronco, a uno de los profetas se le zafó el hacha y se le cayó al río. —¡Ay, maestro! —gritó—. ¡Esa hacha no era mía! —¿Dónde cayó? —preguntó el hombre de Dios. Cuando se le indicó el lugar, Eliseo cortó un palo, lo echó allí e hizo que el hacha saliera a flote. —Sácala —ordenó Eliseo. Así que el hombre extendió el brazo y la sacó. El rey de Aram, que estaba en guerra con Israel, deliberó con sus ministros y les dijo: «Vamos a acampar en tal lugar». Pero el hombre de Dios envió este mensaje al rey de Israel: «Procura no pasar por este sitio, porque los arameos están descendiendo hasta allá». Así que el rey de Israel envió a reconocer el lugar que el hombre de Dios había indicado. Y en varias otras ocasiones Eliseo avisó al rey, de modo que este tomó precauciones. El rey de Aram, enfurecido por lo que estaba pasando, llamó a sus ministros y les reclamó: —¿Quieren decirme quién está informando al rey de Israel? —Nadie, mi señor y rey —respondió uno de ellos—. El responsable es Eliseo, el profeta que está en Israel. Es él quien le comunica todo al rey de Israel, aun lo que usted dice en su alcoba. —Pues entonces averigüen dónde está —ordenó el rey—, para que mande a capturarlo. Cuando le informaron que Eliseo estaba en Dotán, el rey envió allá un destacamento grande, con caballos y carros de combate. Llegaron de noche y cercaron la ciudad. Por la mañana, cuando el criado del hombre de Dios se levantó para salir, vio que un ejército con caballos y carros de combate rodeaba la ciudad. —¡Ay, mi señor! —exclamó el criado—. ¿Qué vamos a hacer? —No tengas miedo —respondió Eliseo—. Los que están con nosotros son más que ellos. Entonces Eliseo oró: «SEÑOR, ábrele a Guiezi los ojos para que vea». El SEÑOR así lo hizo y el criado vio que la colina estaba llena de caballos y de carros de fuego alrededor de Eliseo. Como ya los arameos se acercaban a él, Eliseo volvió a orar: «SEÑOR, castiga a esta gente con ceguera». Y él hizo lo que pidió Eliseo. Luego Eliseo les dijo: «Esta no es la ciudad adonde iban; han tomado un camino equivocado. Síganme, que yo los llevaré adonde está el hombre que buscan». Pero los llevó a Samaria. Después de entrar en la ciudad, Eliseo dijo: «SEÑOR, ábreles los ojos, para que vean». El SEÑOR así lo hizo, y ellos se dieron cuenta de que estaban dentro de Samaria. Cuando el rey de Israel los vio, preguntó a Eliseo: —¿Los mato, mi señor? ¿Los mato? —No, no los mates —contestó Eliseo—. ¿Acaso los has capturado con tu espada y tu arco, para que los mates? Mejor sírveles comida y agua para que coman y beban, y luego vuelvan a su señor. Así que el rey de Israel les dio un tremendo banquete. Cuando terminaron de comer, los despidió y ellos regresaron a su señor. Y las tropas de los arameos no volvieron a invadir el territorio israelita. Algún tiempo después, Ben Adad, rey de Aram, movilizó todo su ejército para ir a Samaria y sitiarla. El sitio duró tanto tiempo que provocó un hambre terrible en la ciudad, a tal grado que una cabeza de asno llegó a costar ochenta siclos de plata y un cuarto de cab de estiércol de paloma, cinco siclos.
2 Reyes 6:1-25 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)
Un día, los profetas le dijeron a Eliseo: —Mira, el lugar donde vivimos contigo es demasiado pequeño para nosotros. Déjanos ir al río Jordán, allí tomaremos troncos y nos haremos una casa. Eliseo les contestó: —Está bien. Vayan. Entonces uno de los profetas le dijo: —Ven con nosotros, por favor. Él contestó: —Está bien, iré. Así que Eliseo los acompañó, y cuando llegaron al río Jordán cortaron algunos árboles. Mientras uno de los profetas estaba cortando un tronco, se le cayó el hacha al río. Entonces le gritó a Eliseo: —¡Maestro! ¡Esa hacha no es mía, me la prestaron! Eliseo preguntó: —¿Dónde cayó? Cuando le mostró el lugar donde había caído el hacha, Eliseo cortó un palo y lo arrojó allí, haciendo que el hacha flotara, y dijo: —¡Sácala! El profeta extendió la mano y tomó el hacha. Cierta vez, el rey de Siria, que estaba en guerra con Israel, reunió a sus oficiales y les indicó en qué lugares planeaba acampar. Pero Eliseo le mandó a decir al rey de Israel dónde iba a acampar el rey de Siria, para que no pasara por allí. Así que el rey de Israel envió a su ejército al lugar que le había indicado Eliseo, y así se salvó en varias oportunidades. El rey de Siria estaba muy confundido por lo que pasaba. Llamó a sus oficiales y les dijo: —¿Quién de los nuestros está a favor del rey de Israel? ¿Quién le informa lo que pensamos hacer? Uno de sus oficiales contestó: —Ninguno, Majestad. ¡El profeta de Israel, Eliseo, le informa al rey aun lo que usted habla en lo más privado de su habitación! Entonces el rey de Siria ordenó: —Vayan y averigüen dónde está Eliseo, para mandar a capturarlo. Cuando le avisaron al rey que Eliseo estaba en Dotán, envió allí carros, caballos y un gran ejército. Llegaron de noche y rodearon el pueblo. A la mañana siguiente, el sirviente del profeta se despertó temprano. Cuando salió afuera y vio un ejército con carros y caballos que rodeaba la ciudad, le dijo a Eliseo: —¡Maestro! ¿Qué vamos a hacer? Eliseo le respondió: —No tengas miedo. ¡Son más los que están con nosotros que los que están con ellos! Luego Eliseo oró y dijo: «Dios, te ruego que lo ayudes a darse cuenta de lo que sucede». Entonces Dios ayudó al sirviente, y este vio que la montaña estaba llena de caballos y carros de fuego que rodeaban a Eliseo. Cuando los sirios ya se acercaban para atacar a Eliseo, este oró a Dios diciendo: «Te ruego que esta gente se quede ciega». Y todos los soldados de Siria se quedaron ciegos, tal como Eliseo le había pedido a Dios. Entonces Eliseo les dijo: «Este no es el camino, ni esta es la ciudad que ustedes buscan. Síganme y los llevaré a donde está el hombre que buscan». Eliseo los llevó a Samaria, y tan pronto como entraron allí, Eliseo oró: «Dios, devuélveles la vista». Entonces Dios les devolvió la vista, y ellos se dieron cuenta de que estaban en plena ciudad de Samaria. Cuando el rey de Israel vio al ejército de Siria, le preguntó a Eliseo: —Señor, ¿los mato? ¿Los mato a todos? Eliseo contestó: —No los mates. No se debe matar a los prisioneros de guerra. Dales pan para comer y agua para beber, y déjalos regresar a donde está su jefe. Entonces el rey preparó una gran fiesta para ellos. Después que comieron y bebieron, los despidió; entonces ellos volvieron a donde estaba su jefe. A partir de ese día, los sirios no molestaron más a los israelitas. Tiempo después, Ben-hadad, rey de Siria, reunió a todo su ejército y rodeó a la ciudad de Samaria para atacarla. Nadie podía entrar ni salir, y los alimentos se acabaron. Debido a eso, hubo mucha hambre en Samaria, tanta que la cabeza de un burro se vendía en ochenta monedas de plata, y un cuarto de litro de estiércol de paloma se vendía en cinco monedas de plata.
2 Reyes 6:1-25 Reina Valera Contemporánea (RVC)
Un día, algunos de los profetas le dijeron a Eliseo: «Mira, el lugar en que vivimos contigo ya nos resulta muy estrecho. Vayamos al río Jordán y tomemos cada uno de nosotros una viga de allí, y levantemos allí mismo un lugar donde podamos vivir.» Eliseo les dijo que fueran, pero uno de ellos le pidió que los acompañara. Y Eliseo aceptó. Y así, se fue al Jordán con ellos, y cuando llegaron allá cortaron la madera. Pero sucedió que, mientras uno de ellos derribaba un árbol, el hacha se le cayó al agua; entonces comenzó a gritar: «¡Ay, señor, el hacha era prestada!» El varón de Dios le preguntó: «¿Y dónde cayó?» Cuando aquel le mostró el lugar, Eliseo cortó un palo y lo echó al agua, con lo que hizo que el hacha flotara; entonces le ordenó que recogiera el hacha, y aquel extendió la mano y la sacó del agua. El rey de Siria estaba en guerra contra Israel, así que luego de consultar a sus oficiales dijo: «Voy a instalar mi campamento en cierto lugar.» Entonces el varón de Dios mandó a decir al rey de Israel: «Ten cuidado de no pasar por tal lugar, porque los sirios van a acampar allí.» Entonces el rey de Israel envió gente al lugar señalado por el varón de Dios, y este una y otra vez advirtió al rey que debía tener cuidado. El rey de Siria se molestó mucho por esto, así que llamó a sus oficiales y les dijo: «¿No me van a decir quién de ustedes está a favor del rey de Israel?» Uno de sus oficiales dijo: «Ninguno de nosotros lo está. Lo que pasa, mi señor y rey, es que el profeta Eliseo está en Israel, y es él quien va y le cuenta al rey de Israel todo lo que Su Majestad dice, incluso en la intimidad de su alcoba.» Entonces el rey ordenó: «Pues vayan y averigüen dónde está Eliseo, para que yo mande a que lo aprehendan.» En cuanto le dijeron que Eliseo estaba en Dotán, el rey mandó allá soldados de caballería, y carros de combate, y un gran ejército, los cuales llegaron de noche y sitiaron la ciudad. Al día siguiente, por la mañana, el ayudante del varón de Dios salió y se encontró con que el ejército había sitiado la ciudad con su caballería y sus carros de combate. Entonces fue a decirle a Eliseo: «¡Ay, señor mío! ¿Y ahora qué vamos a hacer?» Y Eliseo le dijo: «No tengas miedo, que son más los que están con nosotros que los que están con ellos.» Acto seguido, Eliseo oró con estas palabras: «Señor, te ruego que abras los ojos de mi siervo, para que vea.» El Señor abrió los ojos del criado, y este miró a su alrededor y vio que en torno a Eliseo el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego. Y cuando los sirios se dispusieron a atacarlo, Eliseo oró así al Señor: «Te ruego que hieras con ceguera a estos paganos.» Y el Señor los dejó ciegos, tal y como Eliseo se lo pidió. Luego, Eliseo les dijo: «Este no es el camino correcto, ni esta ciudad es la que buscan. Síganme, y yo los llevaré hasta el hombre que buscan.» Y los llevó a Samaria. Y cuando llegaron allá, Eliseo dijo: «Señor, ábreles los ojos, para que puedan ver.» El Señor les abrió los ojos, y entonces vieron que se hallaban en medio de Samaria. Al verlos, el rey de Israel le preguntó a Eliseo: «¿Debo matarlos, padre mío?» Y Eliseo le dijo: «No, no los mates. ¿Acaso matarías a quienes con tu espada y con tu arco hicieras prisioneros? Más bien, dales pan y agua, y que coman y beban, y se vayan de regreso con sus amos.» Entonces el rey les ofreció un gran banquete, y en cuanto terminaron de comer y de beber, los mandó de regreso a su señor. Y nunca más volvieron a merodear en Israel bandas armadas de Siria. Después de esto, sucedió que el rey Ben Adad de Siria reunió a todo su ejército para ponerle sitio a Samaria. A consecuencia de aquel sitio, hubo entonces mucha hambre en Samaria, al grado de que la cabeza de un asno se vendía en ochenta piezas de plata, y un puñado de «estiércol de paloma» costaba cinco piezas de plata.
2 Reyes 6:1-25 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)
Un día, los profetas dijeron a Eliseo: —Mira, el lugar donde vivimos contigo es demasiado estrecho para nosotros. Permítenos ir al río Jordán y tomar cada uno de nosotros un tronco, para construir allí un lugar donde vivir. —Vayan, pues —respondió Eliseo. —Por favor, acompáñanos —dijo uno de ellos. —Muy bien, los acompañaré —contestó él. Y Eliseo fue con ellos hasta el Jordán, y allí se pusieron a cortar árboles. Pero ocurrió que, al cortar uno un tronco, el hacha se le cayó al agua. Entonces gritó: —¡Ay, maestro! ¡Esa hacha era prestada! —¿Dónde cayó? —le preguntó el profeta. El otro señaló el lugar. Entonces Eliseo cortó un palo, lo arrojó allí e hizo que el hacha saliera a flote. —Recógela —ordenó Eliseo. El otro extendió la mano y recogió el hacha. El rey de Siria estaba en guerra con Israel, y en un consejo que celebró con sus oficiales, dijo en qué lugares planeaba acampar. Entonces Eliseo mandó decir al rey de Israel que procurara no pasar por aquellos lugares, porque los sirios iban hacia allá. De esa manera el rey de Israel envió su ejército al lugar que el profeta le había dicho al prevenirlo, y así se salvó en varias ocasiones. El rey de Siria estaba muy confuso por ese motivo, así que llamó a sus oficiales y les dijo: —¡Díganme quién de los nuestros está de parte del rey de Israel! Uno de ellos contestó: —Nadie, Majestad. Pero Eliseo, el profeta que está en Israel, le hace saber al rey de Israel todo lo que Su Majestad dice incluso en la intimidad de su dormitorio. Entonces el rey de Siria ordenó: —Averigüen dónde está, para que envíe yo unos hombres a que lo capturen. Cuando le dijeron que estaba en Dotán, envió un destacamento de caballería, y carros de combate, y mucha infantería, que llegaron de noche a Dotán y rodearon la ciudad. A la mañana siguiente se levantó el criado de Eliseo, y al salir vio aquel ejército que rodeaba la ciudad con caballería y carros de combate; entonces fue a decirle a Eliseo: —Y ahora, maestro, ¿qué vamos a hacer? Eliseo le respondió: —No tengas miedo, porque son más los que están con nosotros que los que están con ellos. Y oró Eliseo al Señor, diciendo: «Te ruego, Señor, que abras sus ojos, para que vea.» El Señor abrió entonces los ojos del criado, y este vio que la montaña estaba llena de caballería y de carros de fuego alrededor de Eliseo. Cuando ya los sirios iban a atacarlo, Eliseo rogó al Señor: «Te pido que dejes ciega a esta gente.» Y el Señor los dejó ciegos, conforme a la petición de Eliseo. Entonces Eliseo les dijo: —Este no es el camino, ni es esta la ciudad que buscan. Síganme, y yo los llevaré hasta el hombre que buscan. Y los llevó a Samaria. Al llegar allí, Eliseo hizo esta oración: «Ahora, Señor, ábreles los ojos, para que puedan ver.» Entonces ellos vieron que estaban dentro de Samaria. Y cuando el rey de Israel los vio, preguntó a Eliseo: —¿Los mato, padre mío, los mato? Pero Eliseo respondió: —No, no los mates. ¿Acaso acostumbras matar a quienes has hecho prisioneros con tu espada y con tu arco? Dales de comer y beber, y luego devuélvelos a su señor. Se les hizo entonces una gran fiesta, y comieron y bebieron. Luego el rey los despidió, y ellos volvieron a su señor. Desde entonces los sirios dejaron de hacer correrías en territorio israelita. Después de esto, Ben-hadad, rey de Siria, reunió todo su ejército y fue y rodeó a Samaria para atacarla. Hubo entonces gran hambre en Samaria, pues el cerco fue tan cerrado que una cabeza de asno llegó a costar ochenta monedas de plata, y un cuarto de litro de estiércol de paloma, cinco monedas de plata.
2 Reyes 6:1-25 La Biblia de las Américas (LBLA)
Y los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: Mira, el lugar en que habitamos contigo es muy estrecho para nosotros. Te rogamos que nos dejes ir al Jordán, para que cada uno de nosotros tome de allí una viga, y nos hagamos allí un lugar donde habitar. Y él dijo: Id. Entonces uno dijo: Te rogamos que consientas en ir con tus siervos. Y él respondió: Yo iré. Fue, pues, con ellos; y cuando llegaron al Jordán, cortaron árboles. Pero sucedió que cuando uno de ellos estaba derribando un tronco, el hierro del hacha se le cayó al agua; y gritó, y dijo: ¡Ah, señor mío, era prestado! Entonces el hombre de Dios dijo: ¿Dónde cayó? Y cuando le mostró el lugar, cortó un palo y lo echó allí, e hizo flotar el hierro. Y dijo: Tómalo. Y él extendió la mano y lo tomó. Y el rey de Aram estaba en guerra con Israel; y consultó con sus siervos, diciendo: En tal y tal lugar estará mi campamento. Y el hombre de Dios envió palabra al rey de Israel, diciendo: Guárdate de no pasar por tal lugar, porque los arameos van a bajar allí. Entonces el rey de Israel envió gente al lugar que el hombre de Dios le había dicho; así que, al prevenirlo él, se cuidó de ir allí, y esto no una ni dos veces. Y se enfureció el corazón del rey de Aram por este hecho; y llamando a sus siervos, les dijo: ¿No me vais a revelar quién de los nuestros está a favor del rey de Israel? Y uno de sus siervos dijo: No, rey señor mío, sino que Eliseo, el profeta que está en Israel, le dice al rey de Israel las palabras que tú hablas en el interior de tu alcoba. Y él dijo: Id y ved donde está, y enviaré a prenderlo. Y le avisaron, diciendo: He aquí, está en Dotán. Entonces envió allá caballos, carros y un gran ejército; y llegaron de noche y cercaron la ciudad. Y cuando el que servía al hombre de Dios se levantó temprano y salió, he aquí que un ejército con caballos y carros rodeaba la ciudad. Y su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿Qué haremos? Y él respondió: No temas, porque los que están con nosotros son más que los que están con ellos. Eliseo entonces oró, y dijo: Oh SEÑOR, te ruego que abras sus ojos para que vea. Y el SEÑOR abrió los ojos del criado, y miró, y he aquí que el monte estaba lleno de caballos y carros de fuego alrededor de Eliseo. Cuando descendieron hacia él los arameos, Eliseo oró al SEÑOR, y dijo: Te ruego que hieras a esta gente con ceguera. Y Él los hirió con ceguera conforme a la palabra de Eliseo. Entonces Eliseo les dijo: No es este el camino, ni es esta la ciudad; seguidme y yo os guiaré al hombre que buscáis. Y los llevó a Samaria. Y sucedió que cuando llegaron a Samaria, dijo Eliseo: Oh Señor, abre los ojos de estos para que vean. Y el SEÑOR abrió sus ojos y vieron; y he aquí que estaban en medio de Samaria. Cuando el rey de Israel los vio, dijo a Eliseo: ¿Los mato, padre mío? ¿Los mato? Y él respondió: No los mates. ¿Matarías a los que has tomado cautivos con tu espada y con tu arco? Pon delante de ellos pan y agua para que coman y beban y se vuelvan a su señor. Entonces les preparó un gran banquete; y después que comieron y bebieron, los despidió, y se volvieron a su señor. Y las bandas armadas de arameos no volvieron a entrar más en la tierra de Israel. Y aconteció que después de esto, Ben-adad, rey de Aram, reunió a todo su ejército, y subió y sitió a Samaria. Y hubo gran hambre en Samaria; y he aquí, la sitiaron, hasta que la cabeza de un asno se vendía por ochenta siclos de plata, y la cuarta parte de un cab de estiércol de paloma por cinco siclos de plata.
2 Reyes 6:1-25 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Cierto día, el grupo de profetas fue a ver a Eliseo para decirle: —Como puedes ver, este lugar, donde nos reunimos contigo es demasiado pequeño. Bajemos al río Jordán, donde hay bastantes troncos. Allí podemos construir un lugar para reunirnos. —Me parece bien —les dijo Eliseo—, vayan. —Por favor, ven con nosotros —le dijo uno de ellos. —Está bien, iré —contestó él. Entonces Eliseo fue con ellos. Una vez que llegaron al Jordán, comenzaron a talar árboles; pero mientras uno de ellos cortaba un árbol, la cabeza de su hacha cayó al río. —¡Ay, señor! —gritó—. ¡Era un hacha prestada! —¿Dónde cayó? —preguntó el hombre de Dios. Cuando le mostró el lugar, Eliseo cortó un palo y lo tiró al agua en ese mismo sitio. Entonces la cabeza del hacha salió a flote. —Agárrala —le dijo Eliseo. Y el hombre extendió la mano y la tomó. Cada vez que el rey de Aram entraba en guerra con Israel, consultaba con sus funcionarios y les decía: «Movilizaremos nuestras fuerzas en tal y tal lugar». Sin embargo, de inmediato Eliseo, hombre de Dios, le advertía al rey de Israel: «No te acerques a ese lugar, porque allí los arameos piensan movilizar sus tropas». Entonces el rey de Israel mandaba un aviso al lugar indicado por el hombre de Dios. Varias veces Eliseo le advirtió al rey para que estuviera alerta en esos lugares. Esa situación disgustó mucho al rey de Aram y llamó a sus oficiales y les preguntó: —¿Quién de ustedes es el traidor? ¿Quién ha estado informándole al rey de Israel acerca de mis planes? —No somos nosotros, mi señor el rey —respondió uno de los oficiales—. ¡Eliseo, el profeta de Israel, le comunica al rey de Israel hasta las palabras que usted dice en la intimidad de su alcoba! —Vayan a averiguar dónde está —les ordenó el rey—, para mandar soldados a capturarlo. Luego le avisaron: «Eliseo está en Dotán». Así que una noche, el rey de Aram envió un gran ejército con muchos caballos y carros de guerra para rodear la ciudad. Al día siguiente, cuando el sirviente del hombre de Dios se levantó temprano y salió, había tropas, caballos y carros de guerra por todos lados. —¡Oh señor! ¿Qué vamos a hacer ahora? —gritó el joven a Eliseo. —¡No tengas miedo! —le dijo Eliseo—. ¡Hay más de nuestro lado que del lado de ellos! Entonces Eliseo oró: «Oh SEÑOR, ¡abre los ojos de este joven para que vea!». Así que el SEÑOR abrió los ojos del joven, y cuando levantó la vista vio que la montaña alrededor de Eliseo estaba llena de caballos y carros de fuego. Cuando el ejército arameo avanzó hacia él, Eliseo rogó: «Oh SEÑOR, haz que ellos queden ciegos». Entonces el SEÑOR los hirió con ceguera, tal como Eliseo había pedido. Luego Eliseo salió y les dijo: «¡Ustedes vinieron por el camino equivocado! ¡Esta no es la ciudad correcta! Síganme y los llevaré a donde está el hombre que buscan», y los guio a la ciudad de Samaria. Apenas entraron en Samaria, Eliseo pidió en oración: «Oh SEÑOR, ahora ábreles los ojos para que vean». Entonces el SEÑOR les abrió los ojos, y se dieron cuenta de que estaban en el centro de la ciudad de Samaria. Cuando el rey de Israel los vio, gritó a Eliseo: —¿Los mato, padre mío, los mato? —¡Claro que no! —contestó Eliseo—. ¿Acaso matamos a los prisioneros de guerra? Dales de comer y de beber, y mándalos de regreso a su casa, con su amo. Entonces el rey hizo un gran banquete para ellos y luego los mandó de regreso a su amo. Después de este incidente, los saqueadores arameos se mantuvieron lejos de la tierra de Israel. Sin embargo, tiempo después, el rey de Aram reunió a todo su ejército y sitió Samaria. Como consecuencia, hubo mucha hambre en la ciudad. Estuvo sitiada por tanto tiempo que la cabeza de un burro se vendía por ochenta piezas de plata, y trescientos mililitros de estiércol de paloma se vendía por cinco piezas de plata.